Capítulo 05

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El temible día había llegado.

Habían pasado tan sólo un par de días desde su reunión con el gabinete real, y ahora se encontraba en espera de su invitado en el salón principal de su palacio.

Pudo observar a sus empleados movilizarse a través del cristal del gran ventanal, pero no se atrevió a mirar más.

No recordaba al príncipe con mucha claridad, pero sabía que no importaba de todos modos.

Era su deber que las cosas salieran de acuerdo al plan, así que trataría de poner su parte en ello.

Así le invadiese la ansiedad.

- Su majestad – llamó su mayordomo – el príncipe está en espera –

- Permítele pasar – murmuró, girándose hacia la puerta.

El joven salió de la habitación justo unos segundos antes de que la alteza real entrara.

Apenas sus ojos se conectaron, ambos sonrieron tímidos.

Eran muy jóvenes para guardar la compostura, pese a la seriedad que requería una situación como esa.

- Por favor – pidió, señalando una de las sillas.

- Su majestad – se inclinó ligeramente hacia él – es un placer por fin concretar nuestra cita –

- Hay que ser agradecidos – se sentó frente a él – hay monarcas a quienes ni siquiera se les permitió tener un primer encuentro antes de contraer matrimonio –

- Será cosa de suerte –

- Parece que sí – aclaró su garganta - ¿té? –

- Me gustaría – asintió.

Jisung tomó la tetera con cuidado y sirvió un poco para el otro, y luego para él mismo.

Según el protocolo, él tendría que atenderle personalmente.

Esperaba con toda sus fuerzas no tener algún incidente que incomodara a su alteza.

- ¿Majestad? – llamó, aceptando su taza – siento si es muy apresurado decírselo –

- Continúe – pidió, bebiendo un sorbo.

- Lamento con profundo sentir la muerte de su querido padre – dijo serio – mi hermano también envía sus condolencias. Quiere que le haga saber que, de necesitar alguna cosa, cualquiera, puede contar con el apoyo de nuestro reino –

El menor sonrió conmovido y negó.

- Tiempo al tiempo ¿no? – se encogió de hombros – ahora pesa menos que hace un mes –

- Es bueno escuchar eso –

- Gracias, de todos modos – tomó una galleta del centro – nadie se había tomado la molestia –

- No es molestia – rió – ¿puedo? –

- Lo siento tanto – jadeó – tome todas las que quiera – invitó, señalando los bocadillos – no quiero alardear, pero sería una pena que se privara de disfrutar el talento de mis reposteros –

- No me atrevería – tomó una galleta y la mordió, permitiéndose saborear el glaseado que las cubría

- ¿Verdad que son buenas? –

- Casi no quiero volver a casa – bromeó.

- Entonces empezamos bien, su alteza –

- Por favor – negó – llámeme Jeno –

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