Capítulo 12

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Miró nuevamente hacia la puerta del castillo, encontrando al sonriente joven que se dirigía hacia él a pasos apresurados.

- Majestad – se inclinó levemente – pensé que pospondría nuestra reunión –

- No haría algo como eso – tomó su mano para ofrecerle un apretón – es bueno tenerte por aquí –

- Sí, bueno – se encogió de hombros – pensé lo contrario. Tomaste mucho tiempo. Me estabas espiando por tu ventana ¿no es así? –

- Eso sólo pasa en tus mejores sueños –

- Voy a concederte eso – señaló el camino – por favor –

- ¿Sabes algo? – comentó adelantándose un par de pasos – por momentos tengo sospechas sobre tus preferencias por el jardín privado para nuestros entrenamientos –

- ¿Sospechas? –

- Sí – entró en el lugar – presiento que tienes alguna clase de enamoramiento conmigo, y tus intenciones son algo... sucias –

- Presiente que temo que dañes a alguien de tu personal de no ser por las densas paredes de arbustos que hay aquí. Por favor, te invito –

- Que aburrido eres – lo empujó ligeramente – pero a mí también me gusta más. Podemos ser más familiares aquí –

- Ya sé – le extendió su arco – toma, compré éste recientemente y necesito que lo pruebes –

- ¿Quieres que sea tu conejillo de indias? – admiró el objeto entre sus manos – se ve bien –

- Obviamente no conseguí cualquier cosa. Soy un profesional –

- Soy un profesional – imitó con voz aguda – vamos a probar este bebé –





Después de infalibles tiros hechos por el par, comenzaron a reunir sus municiones para iniciar con una satisfactoria segunda ronda.

- Escuché que estuviste en un viaje – comentó casualmente.

- Sí – hizo una mueca – con mi prometido – alzó las cejas – suena raro ¿no? Pero estoy comprometido –

El profesor asintió en silencio y caminó nuevamente hacia el lado opuesto.

- No lo sabía –

- No es oficial todavía – lo siguió - ¿por qué? ¿te molesta no ser tú? –

- No tanto – rió – de todos modos no habría podido tenerte – bromeó.

- Tal vez pudiste, si mi hermano hubiera aceptado el estúpido puesto –

- Auch – negó – es algo importante, no lo digas así –

- Te lo regalo – murmuró apuntando.

Extendió su flecha y suspiró profundo.

- Tu postura –

- Está bien –

- No lo está – se acercó.

El mayor se colocó tras él para levantar gentilmente su codo, y alcanzar su mano para alzarla un poco.

Usó su pie para separar sus piernas, y sus manos para empujar su cadera.

- Así está bien – susurró en su oído.

- Sicheng – respondió igual de bajo - estás muy cerca –

- ¿Te molesta? –

- No sé – sonrió – no, no lo hace –

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