Capítulo 1

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No había gloria en la venganza. He Xuan era realista, nunca esperaba ser tratado de manera justa por la vida, porque desde una muy corta edad sufrió la inclemencia y la desgracia, y las únicas personas de las que alguna vez esperó algo bueno, ya estaban muertas. Vivió cientos de años únicamente para maquinar todo un plan y llevarlo a cabo, y al perseverar, eventualmente lo logró. Y realmente esperaba sentir satisfacción al hacerlo, creía que al menos eso aplacaría un poco de su miseria, pero no fue así.

Al contrario, sólo la hizo más grande.

He Xuan no tenía nada antes de empezar, pero durante sus preparaciones mezquinas, ganó a un amigo. Y ahora estaba solo otra vez. Miró el abanico: lo guardaba en su manga, como una forma de sentirlo cerca. Incluso lo usó un par de veces, pero no era lo mismo sin la risa fresca, sin los rizos juguetones o sin la mirada brillante y jovial.

Y por primera vez en siglos aceptó que había cometido un grave error. Aunque le devolviera el abanico, Qingxuan no volvería a ser un dios y aunque volviera a serlo... Seguramente lo despreciaría. Y no era para menos: le arrebató toda la suerte a un inocente, de la misma forma en la que se la arrebataron a él. Le sorprendía cómo Qingxuan podía seguir sonriendo a pesar de todo y sintió la necesidad imperante de ver sus ojos bañados de luz, de escuchar su risa, de acariciar su mejilla como hacía a veces cuando estaba dormido.

Así que dibujó en el suelo un arreglo y usó su energía espiritual para transportarse al lugar donde creía que vivía. Lo buscó por horas hasta encontrarlo, pero se mantuvo a distancia e invisible.

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El brillo del sol lo recibía un día más en esa nueva vida que de alguna forma aceptó vivir para compensar el daño que indirectamente había causado, no sólo a una persona, sino a una familia entera. Dejó de contar las veces que tenía la misma pesadilla, la cabeza de su hermano en las manos que aquella persona a quien le decía mejor amigo, y al dejar de contar la veces que veía aquella imagen mientras dormía, aquella pesadilla se volvió menos recurrente y la noche anterior de hecho, soñó algo hermoso.

Aquel lugar destrozado y abandonado que era lo que ahora podía llamar hogar y que compartía con los mendigos de la zona, era definitivamente cada vez más acogedor. Esas personas ignorantes, sucias, hambrientas, personas con las que nunca pensó mezclarse, eran ahora sus amigos, verdaderos amigos, su familia.

Miró hacia arriba, como queriendo mirar hacia el cielo y sonrió pensando en su hermano. Con dificultad dadas las penosas circunstancias de su pierna, caminó hacia afuera, debía ir al lago cercano a lavarse la cara y luego, debía iniciar su jornada de trabajo, tenía que pedir dinero en el mercado.

La mañana pasó rápido y el dinero se hizo presente al pasar de las horas. Hoy las personas parecían bastante generosas. Sonrió pensando en las delicias que podría conseguir para sus compañeros al volver con ellos. Unos cuantos tazones de sopa, algo de pan y caramelos para la energía fueron su aporte a su desaliñada comunidad, pero él prefirió no probar bocado de aquel banquete. Necesitaba hacer algo más.

Volviendo despacio al lago donde se lavó la cara en la mañana, recordó con algo de nostalgia sus días en la corte celestial. Siempre en algún momento del día, cuando estaba solo, a su mente llegaban los recuerdos de esos brillantes días junto a aquella hermosa compañía que tanto adoraba, irónicamente extrañaba esa amargada presencia junto a él y le apretaba el pecho aquel sentimiento. Se sentó frente al lago y buscó en la orilla algunos hongos que según alguien, eran medicinales. Qingxuan se sentía más débil cada día por lo que desde hace algunas semanas decidió comer aquellos hongos, con la esperanza de "mejorar su salud" y se quedó ahí un largo rato, observando las tranquilas aguas del profundo lago.

Después del final [beefleaf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora