Capítulo 8

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He Xuan nunca soñaba, al menos no desde que había recuperado su consciencia tras morir. Sin embargo, esta vez soñó que volvía a casa con su apariencia de calamidad. Su mujer lo recibía con un niño en brazos, y le tocó el rostro a modo de saludo. Sin haber dicho una palabra, He Xuan entendió que quería un beso, y sus frentes coincidieron en un gesto de ternura. Hizo a un lado la mantita del bebé para poder acariciar su suave mejilla con un dedo. Sabía que era un sueño, pero de algún modo, se sentía real. Cargó al bebé en sus brazos y besó su pequeña frente.

—Xuan-er, es tiempo de irte—, susurró ella. Él negó con la cabeza.

—Quiero quedarme aquí por siempre.

Ella sonrió y acarició su pelo negro.

—Xuan-er, corazón—, tomó su rostro entre ambas manos,— aún puedes ser feliz. ¿No crees que ya ha sido suficiente? Prometo que algún día nos volveremos a encontrar, pero antes, disfruta del amor que aún te queda.

He Xuan tampoco lloraba nunca, pero empezó a sentir la humedad invadir sus ojos dorados cuando su amada volvió a tomar al bebé en brazos. Sintió tibieza en su mano, y poco a poco la imagen de su esposa con su hija comenzaron a desvanecerse, a pesar de sus ruegos inútiles para evitar que se fueran.

Despertó con pesadez, esta vez pudo reconocer enseguida el lugar. Levantó su mano para limpiarse las lágrimas, y al erguirse notó que Qingxuan le estaba tomando la mano, dormido.

El recuerdo de aquella maldición cruel y de cómo por ésta se había relacionado con Qingxuan como el joven correcto e inocente que era, le cayó como un balde de agua fría. Se sentía patético, cayendo en una trampa y creando escenarios a los que jamás se atrevería. Sabía que era una basura y que no merecía el amor de nadie, así que el hecho de haber recibido el trato amistoso de Qingxuan lo irritó más de lo que esperaba.

Se soltó de él y se deslizó por la cama con cuidado para salir. Aún se sentía débil, pero lo dejaría al cuidado de Hua Cheng y Xie Lian mientras volvía a la búsqueda de una solución para el peor error que había cometido.

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El mismo sueño que tuvo las noches anteriores lo tuvo de nuevo esta vez. 

Tomando la mano de He Xuan; en su sueño se miraba él en un espejo de agua, tenía unos 10 años, estaba seguro que era él pero usaba un vestido de niña, mientras se miraba en el reflejo del agua sonreía, daba vueltas para que su vestido ondeara con el viento y admiraba lo bello que se veía y se sentía vestido así. Del agua emergía un niño de su edad, su cabello recogido en una coleta y nadaba feliz de un lado a otro, en un momento se quedó quieto en el agua y miró a Qingxuan para luego sumergirse de nuevo.

Inmediatamente dejó de sentir la mano de He Xuan en la suya, así como el suave movimiento de la cama mientras la calamidad se levantaba, Qingxuan abrió los ojos y alcanzó a ver a He Xuan caminar fuera de la habitación. El sueño se le quitó de repente y como pudo se levantó rápidamente y tomó la mano del fantasma una vez más. Se sintió mareado por levantarse tan rápido, pero logró mantener el equilibrio apretando un poco la mano que tomó.

—No te vayas. Aún debes descansar.— Suprimió el deseo de abrazarlo y llenarle el rostro de besos, estaba tan feliz de verlo volver, quería llorar de felicidad, aferrarse a él y nunca soltarlo, pero solo pudo soltar aquella mano lentamente y bajar la mirada. —Perdón, perdón, no debí tocarte.— Sabía que el jovencito gentil con quien había convivido durante un mes ya no estaba, por lo que el He Xuan de ahora tendría la misma actitud fría e indiferente con él y de ninguna manera lo haría sentir incómodo. Tragó saliva y caminó hacia la salida, sus extremidades inmóviles estaban aún más entumecidas durante los últimos días, pues la posición en la que durmió y el frío de la noche no le favorecieron.

Después del final [beefleaf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora