Capítulo 9

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La mañana inició soleada y Qingxuan se levantó con un horrible dolor de espalda. Se había acostumbrado a dormir en la suave y fina cama de la mansión.

El día anterior cuando llegó donde sus amigos, estos pensaron que sería para otra donación de comida y al enterarse que Qingxuan volvería para quedarse con ellos, no estuvieron de acuerdo. Sabían que él necesitaba cuidados especiales debido a su salud y deseaban que pudiese vivir una vida cómoda lejos de las calles. Aún así, lo recibieron porque nunca lo abandonarían.

Como siempre fue al lago a lavarse la cara y aunque no los comió, guardó unos cuantos hongos de los que comía antes, por si los necesitaba.

En la plaza de la ciudad, caminando con dificultad, pedía a los transeúntes que le regalaran algo de dinero o de comida y al parecer, su aspecto limpio le ayudó, pues las personas le regalaban frutas o un poco de dinero, incluso le ofrecían agua y le decían que debía cuidarse del sol.

Divisó a un joven vestido de negro que le recordó a He Sheng y sonrió, cojeando y tosiendo un poco, de dirigió hacia él.

—Joven, ¿Quisiera ayudar a este mendigo que está cansado y enfermo? Tenemos niños que tienen hambre, cualquier cosa que pueda darme, será de ayuda. — Pidió con una sonrisa y miró los ojos castaños esperando por una respuesta.

He Xuan no tenía planeado ser visto, pero se expuso en demasía al insistir en seguirlo. Al final, no le quedó de otra más que improvisar. De cualquier modo, llevaba consigo bocadillos y fruta en un pequeño morral de cuero para dejárselo sin que se diera cuenta, pero ahora que había sido descubierto, se lo sacó del hombro y se lo ofreció.

—Tu ropa se ve bien, ¿seguro que no tienes un sitio al cual regresar? No me parece sensato que un enfermo mendigue.

Quizás lo había dicho de forma agresiva, pero no podía expresarse de otra forma. Le causaba pesar verlo así. Que Qingxuan anduviera por las calles poniendo en riesgo su salud también entorpecía su plan, pues ahora se sentía obligado a prestarle atención a cuidarlo, al mismo tiempo que buscaba desesperadamente una solución, una forma de que Qingxuan al menos pudiera volver a ser feliz y tener medianamente su vida de antes.

Qingxuan se sintió incómodo ante la pregunta del joven y fingió una sonrisa ignorando sus palabras, no estaba en la obligación en responderle. De hecho, tenía razón. Por supuesto que su aspecto limpio y sus finas túnicas no lo hacían ver como un mendigo, pero sus harapos habían desaparecido desde que estuvo en la mansión de Agua Negra y Xie Lian nunca le permitiría usar ropa vieja y sucia. Eventualmente, la ropa que usaba se desgastaría y su aspecto cambiaría nuevamente para verse como un hombre sin hogar, solo era cuestión de tiempo.

La actitud del muchacho le pareció un poco defensiva y era entendible, muchas personas que pasaban se molestaban, se incomodaban o incluso se asustaban cuando un mendigo se acercaba. Qingxuan era de los mendigos a los que no les gustaba pedir dinero o comida. Prefería caminar por el mercado y tomar lo que botaban, pero se dio cuenta que tenía carisma y que las personas eran generosas con él, por lo que pedir dinero se volvió su especialidad.

Tomó de la mano que le ofreció, miró el pequeño morral y ladeó la cabeza.

—No es necesario que me des todo lo que traes.— Abrió el morral y tomó un durazno, dejando los bocadillos.— Muchas gracias por tu generosidad. Los dioses te lo han de compensar. Por cada obra buena que haces, cosas buenas pasan en tu vida.

Sonrió nuevamente y se dio la vuelta para caminar de regreso, caminó despacio mientras comía el durazno, no había comido nada durante el día para conseguir una buena ración de comida en la tarde, sonrió al saborear la dulzura de la fruta y se giró para mirar al joven que le había regalado su desayuno, esperando verlo a lo lejos, se sorprendió de verlo quieto en la calle, pero solo encogió los hombros y siguió caminando.

Después del final [beefleaf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora