Capítulo 10

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Desde que Qingxuan hizo de la caridad su rutina diaria, se sentía menos inútil, seguir estrictamente el tratamiento medicinal le ayudó a mejorar su salud de manera muy notoria y era feliz viendo como las personas sonreían al recibir algún alimento o tener un techo donde dormir sin frío ni peligros. Lo único que le faltaba en su vida, era el amor. Y sabía que moriría sin amor, pues la única persona a quien amaba se había ido. Conservaba sus cenizas y de vez en cuando llevaba aquella bolsita consigo, solo para sentirlo cerca, pero aún así, la ausencia de He Xuan en su vida, se sentía cada vez peor.

Un día, Qingxuan escuchó algunas personas comentar que habían visto a una mujer sospechosa rondar por la zona y no fue difícil para Qingxuan notar a la mujer, pues parecía querer escuchar los comentarios de quienes estaba cerca del refugio olvidando por completo su tarea que parecía ser recoger agua.

Tal vez necesite ayuda y le de vergüenza pedir algo.

Pensó mirando a la mujer y caminó hacia ella alcanzándola. Le tocó el hombro y cuando ella se dio la vuelta sonrió y le ofreció pasteles de luna que él mismo preparó en la mansión.

—Pareces cansada. Te ayudaré con el agua.— Mantuvo su sonrisa y se inclinó a tomar uno de los cubos. —Deberás llevar el otro tú. Como puedes ver, este brazo no es tan útil.— Rió de su comentario y caminó primero como guiándola hacia aquella casita de bambú donde se refugiaban los necesitados.

He Xuan tenía toda la intención de seguirse de largo, pero su cuerpo lo traicionó y sucumbió ante el tacto de Shi Qingxuan, y a su voz cálida y reconfortante como un té en invierno. Solo ahí cayó en cuenta de que lo había extrañado.

Una vez en el refugio, Qingxuan dejó el cubo en la entrada y se apresuró a ayudarle a la mujer con el otro cubo. —Si deseas, puedes descansar aquí el tiempo que necesites. Tenemos mantas y comida si necesitas.— Nuevamente sonrió con la calidez de siempre e invitó a alguien que pasaba por allí a entrar y comer.

He Xuan no quería rechazar su pastel de luna, aunque sabía que debía. Se debatió por un rato y al regresar a la realidad, ya estaba adentro de aquella casa que hacía de refugio. Era austera pero estaba limpia y ordenada, y la energía que se respiraba era de un tiempo de paz después de angustias.

Empezó a comer el pastel de luna, disfrutando cada bocado, sin siquiera tomar asiento. No fue hasta que entró una nueva persona que recordó que no debía estar ahí, así que sacudió su mano en su hanfu para quitarse las boronas residuales del pastel de luna, hizo una ligera reverencia por cortesía y se dirigió a la salida sin prestar atención a los cubos.

—Gracias por el pastel de luna.

La breve interacción y saber que estaba bien alimentó su calma y le dio fuerza para seguir adelante en su búsqueda. Al menos era adorado y querido por muchas personas, aunque a diferencia del tiempo en el cielo, ahora la admiración era genuina.

No debía acercarse a Qingxuan, pues sabía que éste quizás lo llenaría de preguntas y reproches sobre su partida. He Xuan no podía contestar a nada, le parecía un misterio la razón por la que Qingxuan aún quería estar con él, verlo y ser su amigo.

Qingxuan tomó un tiempo en atender a la persona que entró. Le ofreció agua, le ayudó a lavarse las manos y le sirvió sopa de pollo y verduras y una taza de té. También le regaló una túnica limpia y se quedó hablando un poco con aquel hombre mayor. Una vez aquel hombre le agradeció por ser tan generoso, se acercó a la mujer a quien le había ayudado con el agua y le sonrió, algo en esa mujer le llamaba mucho la atención e incluso sentía que la conocía.

—Espera. No te vayas. ¿No llevaras el agua? Si quieres podría ayudarte a llevar un cubo .

Se le acercó y la tomó de la muñeca, llevándola a tomar asiento y rápidamente le sirvió un tazón de sopa y té, como lo había hecho con el hombre mayor que había llegado a buscar ayuda.

Después del final [beefleaf]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora