𝙿𝚛𝚘́𝚕𝚘𝚐𝚘

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La joven caminaba con prisa y torpeza, sin mirar a ninguna dirección que no fuera delante suyo.
El mundo allá afuera había desaparecido desde que entró a aquel lujosisimo edificio.

Llamó al elevador dos o tres veces con prisa, sin mucho que hacer.
Respiraba notablemente agitada.

Para su buena suerte, fue cuestión de diez segundos para que el elevador llegara a donde había sido pedido.

Percatandose que aquel elevador ya estaba ocupado por un hombre alto y castaño que portaba un costosísimo traje.

En cuanto aquella entró, él la recibió con una mirada un tanto extrañada.

-Buenos días. -Habló la femenina recuperando la respiración, ya más calmada. Postrandose en el lado derecho del ascensor. Del lado contrario a aquel elegante hombre.

-Buenos días. -Respondió de manera formal con la mirada alta en algún punto perdido.

Era tonto que aquella joven aún no hubiera seleccionado un piso a donde dirigirse. Si, si sabía usar un elevador, tampoco era tan torpe.

No había seleccionado uno porque se percató que al piso donde se dirigía, ya estaba seleccionado.

-Disculpa.. -Volvió a hablar ella. Con timidez. Atrayendo la atención de aquel hombre. -¿Podrías guiarme donde el dueño? De por sí ya voy tarde, no quiero perderme buscando su oficina. -Prosiguió con un tanto de vergüenza. No era algo que le tenía orgullosa, pero tenía que llegar allí y pronto.

-Seguro. -Se remitió a responder volviendo su mirada a la nada.

Hombre de pocas palabras, bien.

Unos pocos segundos después el elevador se detuvo y las puertas se abrieron.

En cuanto estas dejaron ver quien iba, ambos recibieron una mirada sorprendida de las cuatro personas que por ahí pasaban.
Dejando a la vista un largo pasillo de al menos treinta metros, a la derecha la vista a la gran ciudad y del otro una pared grisácea con textura.

Salió la chica primero, siendo seguida por el masculino con aquel marcado y autoritario paso.
Pocas milésimas de segundos bastaron para que aquel hombre tomara la delantera, siendo seguido por la joven.

El joven miró seriamente cortisimos segundos a aquellos quienes los miraban asombrados y extrañados.
Segundos que para aquellos bastaron, volviendo a lo suyo.

Estos se dirigieron al único lugar que este pasillo les guiaba, una puerta de color gris obscuro.

Él se dirigió a la puerta, deteniéndose frente a ella, sacando unas llaves de la bolsa de su pantalón.

Él tenía que ser el asistente personal o un muy amigo del jefe, ¿Cierto?.

Abrió la puerta, dejando entrar a la joven.

En cuanto esta entró a la oficina, apreció de inmediato la habitación.

Esta era en colores obscuros, tenía pocos muebles y un estilo minimalista.
Esta era iluminada por focos estratégicamente repartidos por toda la habitación, su luz era no tan alta y un poco amarillenta.
Dándole al lugar elegancia y porte.

Recordó por lo que estaba aquí y de inmediato volvió donde aquel joven.

A quien encontró sentado en el único escritorio del lugar, observándola.

Su rostro cambió de expresión al segundo al percatarse que desde que subió al elevador, estaba tratando con el dueño directamente.

-Te pido una disculpa por cómo te recibí hace unos momentos en el elevador pero, no todos los días una joven se sube a un elevador exclusivo. -Se disculpó él, regresandola al aquí y al ahora.

Abrió los ojos como platos al escuchar aquello. Ahora tenía sentido el porqué la había visto así y porque aquellos jóvenes también los habían recibido con esa mirada.

-Yo, lo siento. Realmente no sabía que era exclusivo. -Se disculpó avergonzada.

Acababa de llegar a aquel lugar y ya la había regado como tres veces.

-Y no mujer, no has llegado tarde. En realidad llegaste una hora antes. -La miró directo a los ojos. -Creo saber a que has venido. -Dijo con profesionalismo.

-Oh claro, pero antes, yo... Quería pedirle una gran disculpa, no tenía idea de con quien estaba tratando. -Se disculpó nuevamente, bajando la mirada.

-No me hable de usted, tengo veintiséis años y hablándome así me hacen sentir de cincuenta. -Pidió con fluidez. -Ah, y no bajes la mirada, siéntete segura de ti y haz que tus palabras tengan autoridad. -Ordenó.

De inmediato, la chica levantó la mirada, encontrándose con esos preciosos ojos verdes tan inigualables.

-Aidan Gallagher. -Se presentó, levantándose de su asiento y extendiendo su mano.

-T/n Gardner. -Estrechó su mano.
Que, a comparación con la de aquel hombre, era una mano pequeña.

-Un gusto, T/n. -La miró. -Toma asiento, porfavor. -Ella obedeció. -Muy bien T/n, vamos a pasar directamente al contrato. -Informó sacando unos papeles cuidadosamente seleccionados por él mismo, colocándolos sobre el escritorio.

Y fue ahí, justo ahora donde todo comenzó.
Ella jamás imaginaría lo que esos papeles contenían. Que hablaban de todo menos de un contrato de trabajo.
Él ya la había estudiado desde que entró al elevador, sería ella. Ella era la mujer ideal.












03/01/2022

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ᴄᴏɴᴛᴇɴɪᴅᴏ ᴇxᴘʟɪ́ᴄɪᴛᴏ, sᴇxᴜᴀʟ ʏ ᴠɪᴏʟᴇɴᴄɪᴀ ᴅᴇ ᴘᴏʀ ᴍᴇᴅɪᴏ.
Sᴇ ʀᴇᴄᴏᴍɪᴇɴᴅᴀ ᴅɪsᴄʀᴇsɪᴏ́ɴ.















































𝖲𝗈𝗇𝗀𝗌
(𝙰𝚞́𝚗 𝚝𝚛𝚊𝚋𝚊𝚓𝚊𝚗𝚍𝚘 𝚎𝚗 𝚕𝚊𝚜
𝚌𝚊𝚗𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚚𝚞𝚎 𝚊𝚚𝚞𝚒́
𝚊𝚙𝚊𝚛𝚎𝚌𝚎𝚛𝚊́𝚗).
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GALLAGHER_ANNE 2022

𝐂𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐭𝐨, 𝐏𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐲 𝐮𝐧 𝐁𝐞𝐛𝐞́ (𝓐𝓲𝓭𝓪𝓷 𝓖.) [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora