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𝐧𝐚𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐨𝐦𝐧𝐢𝐬𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 シ︎

Su respuesta la tomó por sorpresa.

Un jefe y una recién ingresada, que cliché.

Ella era beneficiaria de aquella empresa, donde Gallagher lideraba.
Era tonto pensarlo, ella era nueva y ya tenía ese puesto.
Pero a sus veinticinco años, ella tenía toda la experiencia necesaria para un puesto así.

Además que el veinticinco por ciento de la empresa ahora también estaba a su completo cargo y bajo sus órdenes.
Era como la segunda al mando.

Por esto es que ellos tenían un trato tan directo y cercano en cuanto a lo profesional.

Cosa que a Aidan le había facilitado estudiarla tan a detalle.

-Créeme que anhelo ser madre. -Reconoció. -Y quiero entender tu frustración. Digo, si yo supiera que mi madre tiene poco tiempo de vida y desea nietos, siendo yo su única hija, claro que buscaría algún candidato que mi corazón me indique para hacerlo el padre de mis hijos y poder cumplir la única petición de mi madre. -Intentó darse a entender. -En especial porque, sé que consiente o inconscientemente vas a necesitar de esa compañera de vida que esté contigo y sea ese motivo para seguir y superar de alguna manera tu duelo de pérdida. Cosa que, espero, no pase pronto. -Dejó su formalidad de lado. Abrazándolo con amor y recargando su cabeza en su pecho, haciéndole saber que no estaría solo.

-Odio que seas tú quien tenga que pasar por esto. -Susurró muy cerca de su oído izquierdo.

-Sólo, déjame asimilarlo. -Suplicó con voz baja.

Y con aquella súplica, de manera indirecta le estaba diciendo que si le daría un hijo.

Que voluble.

Pero el tiempo estaba en su contra. Y no podía detenerse a pensarlo con toda la tranquilidad del mundo.

Ella se sintió un poco más tranquila. Aún tenía que pensarlo seriamente y a detalle, pero al menos Gallagher ya tenía una respuesta casi segura.

Una casi extraña le daría un hijo. Uno que había anhelado tener.

Y ese abrazo parecía ser cómodo.
Pues ninguno de los dos sentía la necesidad de separarse de aquel.

Cerró los ojos y disfrutó del calor que recibía por parte de él.
Olvidándose del pedazo de desastre que era su vida.

Mientras él se dedicaba a admirarla. Poder observar a detalle el cuán linda se veía con los ojos cerrados, sus manos abrazándole por la cintura y toda ella más tranquila.
Sin nada que temer o algo a lo que prestarle más atención que ésto.

Quien lo imaginaría.

Se conocían de hace tan poco.
Llevaban una relación netamente profesional... Al menos antes de ese beso..

De tantas mujeres, era ella.
La quería a ella.

Guau.

La vida les había cambiado de la noche a la mañana.
Ella había pasado de ser la chica amable del café a la beneficiaria de una de las empresas más grandes del país.

Él en cambio, de un momento a otro su mundo se había reducido a nada. De la manera menos oportuna se había enterado que su madre tenía cáncer en face terminal. Quedandole pocos meses de vida.

Y aquí estaban.

Se habían complementado de una manera preciosa.

Ella era como su mano derecha y esa mujer que estaba a la altura de su cargo. Siempre estando disponible para él.

Él era un hombre de liderazgo en el que ella secretamente se sentía cuidada. Era una figura de autoridad que desde hacía unas semanas, había sido su "persona".

Porque no lo habían elegido.

Al menos no de manera voluntaria.

Si ella lo decidía, si le daría un hijo.
Una tremenda responsabilidad de por vida, una vida a su cargo.

Y no era algo de lo que no estuviera seguro.

Tenía estabilidad emocional, psicológica y monetaria.

𝐂𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐭𝐨, 𝐏𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐲 𝐮𝐧 𝐁𝐞𝐛𝐞́ (𝓐𝓲𝓭𝓪𝓷 𝓖.) [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora