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𝐧𝐚𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐨𝐦𝐧𝐢𝐬𝐜𝐢𝐞𝐧𝐭𝐞 シ︎

Esta última semana la había ayudado a pensar todo esto detalladamente.
Ella siempre había sido una mujer amorosa y desde hacía algunos años, deseaba ser madre.

Aunque no así.

Deseaba una maternidad planeada.
Tampoco era cómo que Aidan la estuviera obligando pero fue una noticia que le cayó como agua fría.

Suspiró pesado, pasando su mano por su cabello.

Lo había reflexionado y meditado mucho, estos últimos días se había hecho a la idea de que Gallagher era su marido desde hacía algún tiempo y era el momento perfecto para empezar a buscar hijos.
Cosa que claramente no era cierta, pero tenía que aliarse de cierta manera con su mente.

Su cabeza no pudo evitar crear escenas, muchas escenas.
Entre estas, se había visto con una pequeña nena recién nacida en brazos. Una preciosa nena.

Otra que involucraba una niña de tres años, un pequeño de un año y ella embarazada por tercera vez.
Viviendo en aquella gran mansión, siendo amada y sintiéndose completa.

Ella adoraba a los niños, mucho.

Sintió su estómago revolverse de emoción. Esto viéndolo desde aquel punto de vista, le gustaba.

Mordió su labio inferior con deseo.

Muy bien, iba a hacerlo.

Tomó las llaves y se dirigió a su auto.
Era alrededor de la una o dos de la madrugada. La hora no le interesaba en realidad.

Era fin de semana, sabía dónde localizar a Gallagher a estas horas en fin de semana.

Condujo por cuarenta minutos aproximadamente, llegando por fin fuera de su destino.

La mansión y residencia del castaño.

Aquella a donde ella tenía completo acceso por el puesto del que era cargo.
Aquella donde ella podía entrar a la hora y el día que ella deseara.

Estacionó el auto en el garage del mayor, junto a algunos autos deportivos.

En el momento que bajó del auto, sintió muchas ganas de vomitar, gritar y sintió como las piernas se le doblarían en cualquier momento.

Respiró dos o tres veces, dirigiéndose a la puerta del garage. Que daba directo a la sala principal de la mansión.

Al entrar, encontró todo como cualquier ser humano en una mansión dejaría a estas horas de la madrugada.

Todo perfectamente en orden y sin rastro de desorden.

Caminó con sutileza y seguridad a la habitación del ojiverde.
Aquella que se ubicaba en el primer piso.

Sus stilettos hubieran avisado que ella estaba ahí, más no lo hicieron gracias a que todo el primer piso estaba cubierto con alfombra. Lo que amortiguaba el sonido del tacón, evitando que aquel sonara.

Se detuvo pasos antes de llegar a la recámara, la cual tenía una la luz prendida.

Aprovechó su pequeña pausa para retirar el saco que portaba, uno en color negro que le llegaba a la rodilla.
Dejando al descubierto todo lo que aquel escondía.

Luciendo un corto vestido negro con un pronunciado escote.
Debajo de éste llevaba una lencería de dos piezas en color vino.
A esto únicamente le agregó los stilettos y unos cuantos anillos.

-Dios mío, quien te viera T/n... -Susurró riendo casi inaudible.

Dejó el saco de lado y caminó a la puerta. Abriéndola lentamente.

Y conforme aquella puerta se abría, su corazón latía con más fuera.

Al entrar a la habitación, cerró la puerta despacio.
Visualizando a aquel castaño sirviéndose un trago en su oficina, la cual se podía apreciar desde que entrabas a la recámara.

Él se encontraba de espaldas y parecía aún no haber notado su presencia.

Caminó de manera sensual hasta quedar detrás suyo.

Tomando su vaso de cristal, tomando directamente de éste aún sin decir nada, sin avisar ni pedirle permiso.

Whisky.

Buena elección.

Al dirigirle la mirada, notó como aquel se encontraba sin saco ni corbata. Con la camisa desabotonada cuatro botones.

Dejando a su deleite parte comprometedora de su torso trabajado y bien marcado.

𝐂𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐭𝐨, 𝐏𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐲 𝐮𝐧 𝐁𝐞𝐛𝐞́ (𝓐𝓲𝓭𝓪𝓷 𝓖.) [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora