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ᴀɪᴅᴀɴ ɢᴀʟʟᴀɢʜᴇʀ ♧

El café me sabía más amargo de lo normal. Y esta vez, no había a quien culpar. Esta situación nos ponía mal a todos.

Justo ahora sólo estábamos mi padre y yo en la habitación. Visto a que no me presenté en la oficina, fue T/n quien se encargó de cubrir mi lugar. Por lo que tenía al menos una hora hablando por teléfono; dejando órdenes y enterándose de todo lo que allá estaba pasando.

-Es buena chica. - Habló mi padre, sonriendo.

Llevé toda mi atención hacia él, que me miraba con aprobación.

-Tu madre y yo jamás te hemos presionado para casarte y hacer familia...siempre quisimos que conocieras gente, que disfrutaras de tu juventud. Jamás te obligamos a andar o no con alguien, porque queríamos que la decisión de estar o no con alguien fuera enteramente tuya. Y sé perfectamente que ella no es tu primer pareja; pero ese tema en realidad es tuyo y nadamas. Pero dejando de lado aquello, me refiero a que; tú sabes que ella es la indicada.

Asentí mientras una sonrisa se formaba sobre mis labios.

-Yo les prometí no presentarles una mujer formalmente hasta no estar seguro que ella era la indicada. - Relamí mis labios. - Ella aún no lo sabe, pero ustedes sí. Ella es el amor de mi vida...

Siempre lo ha sido...

-Me alegra que la hayas encontrado; la química que tienen la emanan. El lenguaje corporal de ambos y sus miradas dicen a leguas el cuanto se aman. Eso es todo lo que siempre he querido para ti hijo. - Ambos terminamos por ponernos de pie y darnos un abrazo no tan breve.

La relación que siempre llevé con mis padres ha sido una relación muy sana. Y aunque justo ahora es mi madre la que está en un estado un poco crítico, tenerlos a los dos y poderles presentar a la única mujer ante mis ojos y la futura madre de mis hijos es todo lo que pido y agradezco.

-La paciente Lauren Gallagher ya se encuentra estable en el cuarto 387, cuando deseen pueden pasar a verla. Sólo que no todos al mismo tiempo ya que aún sigue un poco aturdida. - Habló el doctor desde la puerta para luego retirarse.

La mirada de papá se iluminó.
Y si yo fuera mi padre y t/n mi madre, estaría en la misma situación; ansioso por ver a mi mujer.

-Dile que estoy aquí. - Dije cuando mi papá pasó a mi lado. Asintió y salió buscando aquella dichosa numeración.

Con aquella noticia sentí un alivio inmediato, como si me hubiesen quitado un gran peso de la espalda.
Mi respiración era más ligera y fuera de aquello, no había nada que me preocupara o atormentara.

Yo también salí de la habitación, pero yo fui a aquella gran zona verde aún dentro del hospital.

El sol ya había salido y aquí sólo se apreciaba a las aves cantar. La iluminación natural entraba suavemente por un gran tragaluz de vidrio.
Todo era muy tranquilo.

-Mira corazón, aquí las órdenes las estoy dando yo. - Reconocí su voz de inmediato, pero estaba algo seria. Esto, se iba a poner bueno. Así que sólo me recargué a escuchar como mi castaña ponía en su lugar a aquella chica con la que nunca se había llevado bien. - ¿Con qué autoridad? Con toda la que tu jefe me ha conferido desde el momento en el que entré a ese edificio. Así que vete acostumbrando, porque las órdenes también vienen de mí. Y no me gusta repetir las cosas. Quiero ese papeleo completo y bien redactado para mañana a las diez de la mañana en punto.

-Y saber que en el sexo puedes llegar a ser una preciosa y perfecta sumisa... - Dije acercándome a ella con las manos en los bolsillos una vez que me aseguré; había terminado aquella llamada.

𝐂𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐭𝐨, 𝐏𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐲 𝐮𝐧 𝐁𝐞𝐛𝐞́ (𝓐𝓲𝓭𝓪𝓷 𝓖.) [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora