08

2.3K 167 1
                                    

ᴛ/ɴ ᪥(ᴛᴜ ɴᴏᴍʙʀᴇ)

-Y por eso es que nunca me gustó salir de fiesta. - Terminé de explicar.

Ahora nos encontrábamos acostados. Luego de semejante noche, habíamos decidido terminar luego de aquella peculiar ducha.

Terminamos por bañarnos entre besos, caricias, susurros y algunos toqueteos que disfruté como nunca lo había hecho.

Luego de ello, volvimos a la habitación, la cual organizamos un poco.

Habíamos follado tan duro que no nos dimos cuenta del desastre que dejamos en la habitación donde habíamos derramado pasión a lo grande. Donde derramamos mucho más que pasión.

Luego de que la susodicha quedó más digna, decidimos acostarnos hasta arruyarnos y terminar por descansar un poco. ¿Y cómo no? Realmente conciliar el sueño nunca me había sido tan fácil, este hombre me había cogido de una manera tan única y adictiva como ninguno otro lo había hecho, me había dejado exhausta, con dolor de garganta y dificultad para caminar con normalidad. Eso sin mencionar que ahora su "semilla" estaba dentro mío, a punto de fecundarme.

-¿Niña de casa?. - Preguntó acariciando mi muslo. Asentí, tragando saliva. Una risa bajita se escuchó de su parte, sabía lo que estaba causando. - Bastará con que suba mi mano un poco más para que termines montándome mientras gimes con fuerza y pides por más... - Besó mi cuello con lentitud, haciéndome jadear lento.

No podía negarme, él se había convertido en mi debilidad, mi adicción.

Su mano se detuvo peligrosamente cerca de mi feminidad, lo que me había hecho recordar que nos encontrábamos acostados muy cerca y sin una sola prenda. Su mano caliente apretó mi muslo y yo volví a respirar pesadamente, un poco más y terminaría por sentirlo completamente dentro mío, moviéndose rápido y sintiendo todo su delicioso grosor.

-Yo tampoco fui de ese tipo de hombres...siempre me gustó la tranquilidad y la buena compañía de vez en cuando. - Su mano pasó de mi muslo caliente a mi vientre, acercándome más hacia su cuerpo. Dejándome sentir su calor mezclándose con el mío.

-Jamás me gustó hacerlo. - Dije al momento de sentir su abdomen perfectamente marcado entrar en contacto con mi cuerpo.

-¿Es que acaso jamás te tocaron con amor, o nunca te supieron hacer el amor hasta llevarte al maravilloso orgasmo?. - Preguntó siguiendo su trayectoria en mi vientre con un ritmo de caricias despacio, uno que poco a poco subía y rozaba con mis senos.

Los cuales ya se encontraban erectos y pidiendo su atención a leguas, delatando lo jodidamente exitada que estaba, otra vez.

-Mi amor, me refería a salir. - Suspiré con fuerza, cerrando los ojos y echando la cabeza para atrás cuando se dignó a acariciar mis senos.

-Oh... - Tomó uno de mis senos con su mano, acogiéndolo entre su calor. - Pero yo no...

-No conocía este lado tuyo, Gallagher.

-Sí, yo tampoco. Pero sucede que tú eres una jodida y perfecta tentación, una mujer que me hace desearla día y noche sin descanso...una con la que deseo mucho más que sólo unas horas de placer, resulta que con usted señorita, deseo salir a caminar de su mano, dormir entre su calor, reír hasta quedarnos sin aire, besarla despacio, admirarla hasta el cansancio, salir y gritarle al mundo quién es la mujer que me tiene así...con usted señorita, deseo toda una vida. Y estoy seguro que una no será suficiente. Con usted lo deseo todo...justo como ahora, quedarnos acurrucados luego de haberlo pasado demasiado bien que debería ser delito. - Su mano pasó de mi seno a mi mano, la cual entrelazó con la mía, acción a la que por supuesto que no me negué.

Me permití acurrucarme mejor entre sus brazos, recargando mi cabeza entre la almohada. Una sonrisa se dibujó en mi rostro, mi corazón latía con tal fuerza que sentía que en cualquier momento saldría de mi pecho, y mi estómago se encontraba lleno de aquellas dichosas "maripositas" a tal punto que daban cosquillas y un poco de ganas de vomitar.

-Yo también lo deseo mi vida. - Respondí cerrando los ojos y dejándome llevar por sus caricias y besos. No tenía otras palabras para éste momento. En realidad había demasiado que quería decirle, pero sentía que no era el momento.

Realmente nunca antes me había sentido...amada.

Sentí como besaba mi cabeza, mientras él también se volvía a acomodar. Estábamos exhaustos.

Me permití cerrar los ojos y al fin descansar un poco, el cansancio ya había podido conmigo.

[...]

No sé qué horas eran, pues lo último que supe fue que me dejé seducir por el sueño mientras estaba en brazos del hombre con el que ahora me sentía segura.

Sólo sé que desperté cuando detecté que no había nadie al lado mío...nadie en aquella cama aparte de mí.

Levantándome de golpe, me coloqué un pequeño vestido de lencería blanco y aún descalza y con la luz de la luna como única iluminación, caminé sigilosa pero con algo de rapidez mientras buscaba alguna luz.

Realmente el caminar me dolía un poco, lo que me hacía caminar con algo de lentitud para disminuir la incomodidad.

Sin tener éxito en la habitación, salí y recorrí el pasillo. Al entrar en la sala, me detuve al ver la inconfundible silueta de Aidan. No había ninguna luz prendida, nada. Sólo estaba él, recargado sobre la pared con la mirada hacia lo alto y los brazos cruzados.

Jamás lo había visto vulnerable.

Olvidándome de aquella incomodidad para caminar, caminé despacio hacia él, sea lo que fuere, necesitaba saber qué estaba pasando.

Tan sólo hacía unas horas la habíamos pasado bien y nos habíamos dormido entre caricias y besos.

¿Había hecho algo mal?.

-Amor... - Hablé despacio al quedar frente suyo.

Me sorprendió cuando bajó la mirada y me atrajo hacia él abrazándome por la cintura. De inmediato noté que tenía la mirada brillosa...quería llorar.

-Oh mi amor, estoy aquí... - Lo abracé, poniéndome de puntitas para besarlo sin prisa ni morbo.

Sentí como mi corazón se rompía en un millón de pedazos cuando luego de besarlo lo abracé y pude escuchar un pequeño llanto ahogado de su parte.
Su agarre se hizo más fuerte cuidando el no lastimarme.

No sabía lo que estaba pasando, pero si de algo tenía certeza, era de que estaría aquí para él...siempre.

-Han llevado a mi madre de emergencia al hospital, tuvo una recaída. - Dijo con un tono de voz baja y la voz entrecortada.

-Dime que quieres hacer e iré contigo.

-Quiero ir a verla justo ahora, no sé cuánto más tenga de vida. - Su respiración se tranquilizó un poco.

Este hombre, no era el que conocía. Yo conocía a un hombre de poder, autoritario, sonriente, dominante, positivo. Y me rompía en lo más profundo de mi ser verlo así, roto y completamente vulnerable. Pero lo que yo ya sentía por él me pedía quedarme a su lado.

Y eso iba a hacer.

-Entonces vamos.

𝐂𝐨𝐧𝐭𝐫𝐚𝐭𝐨, 𝐏𝐨𝐝𝐞𝐫 𝐲 𝐮𝐧 𝐁𝐞𝐛𝐞́ (𝓐𝓲𝓭𝓪𝓷 𝓖.) [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora