》♟ •˖* AMANTES ETERNOS ¦ «No puedes matar a quien nunca ha estado vivo, y te quiere destruir»
Eda, diminutivo de Edith, que significa botín de guerra, aquello tan preciado por lo que se puede iniciar las peores guerras, por lo que 𝘦𝘭𝘭𝘰𝘴 matarí...
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ੈ✩‧₊ 03 — contacto físico ₊‧✩ੈ
Mil años después
—¡¿Quién fue el que tomó mi mariquita?! —gritó Eda sin considerar la opción de actuar con calma y cabeza fría por la ira, entrando a la sala común de los Eternos—. ¡Y respondan, crueles farsantes!
Todos la miraron con confusión, sin entender absolutamente nada. ¿Qué le ocurría a Eda y por qué sostenía el cuerpo inerte de un diminuto animal entre sus manos?
—Yo dije: "díganme si no les parece bien que tenga una mariquita". Hasta les permití ayudarme con el nombre —comentó, caminando frente a todos sus compañeros para enseñarles al bicho sin vida—. Jamás dije: "callen y luego mátenla". ¿Quién fue el bruto que no entendió?
Todos se miraron entre sí para luego mirarla a ella, que los observaba con los ojos entrecerrados, furiosa.
—Nadie fue, Eda —comunicó Ikaris desde una esquina de la habitación—. Quizás no la alimentaste bien, a ella y a sus extraños puntos negros —continuó con desagrado. Él había sido el primero en creer a Eda loca por adoptar a ese tipo de animales, pero no había dicho nada para evitar dañar sus sentimientos.
—Fuiste tú, ¿no? —preguntó, señalándolo—. Te la encargo —pidió, dejando al ser sobre las manos de Druig.
El pelinegro miró al animal, empezando a darle vuelta con uno de sus dedos para confirmar que estuviera muerto. Al no verlo mover ni una pata, hizo una mueca.
—¡Eda, no fui yo! —le repitió Ikaris, viendo como Thena la tomaba de la cintura para evitar que se le tirara encima—. ¡A nadie le gustaba tu mariquita Tita!
—¡Refiérete a ella con respeto, Ikaris! —advirtió, logrando soltarse y tomándolo del cuello. Thena se deleitó, la Eterna no había intentando con todas sus fuerzas detenerla para poder disfrutar del espectáculo—. Ella era tan especial.
—¿Qué es lo que ocurre aquí? —preguntó Ajak, desorientada al ver cómo Eda meneaba agresivamente la cabeza de Ikaris—. Eda, suelta a Ikaris.
La mencionada, luego de susurrarle que eso no se quedaría así, lo dejó, regresando con Druig por su bicho.
—No fue nada, eh —dijo cuando se lo arrebató sin agradecerle—. Y lamento tu pérdida, es triste.
Eda lo miró con el ceño fruncido, había veces que no lograba identificar si Druig era sarcástico o sincero.
En esa ocasión, Druig hablaba con sinceridad. Él había visto aquel brillo inocente en los ojos de Eda al encontrar a aquella familia de diminutos seres vivos en los suelos. La había observado sufrir al saber que sólo podría cuidar a uno de ellos, su indecisión y preocupación por todos y cada uno de ellos. La había visto evitar que muchos otros animales se comieran a sus protegidos, como le gustaba llamarlos, y le había resultado tan extrañamente tierno.