Maratón 3/3
Narra Bill:
Lo he dicho un sin fin de veces, Emma enserio es la cosa más hermosa que mis ojos han visto.
Mi pequeña bebita estaba justo debajo de mi, desnuda, con su cabello pelirrojo un poco alborotado. Sus preciosos ojos estaban cerrados, mientras que de sus lindos labios, los cuales estaban algo hinchados, salían tiernos y sutiles gemidos. Sus mejillas estaban más que rojas, su blanca piel estaba manchando por chupones hechos por mi, sus pequeñitos pezones se encontraban erguidos mientras que yo los acariciaba.
— P-Papi...— gimió en cuanto aceleré un poco más mis embestidas, chocando mis caderas una y otra vez con las de ella, sintiendo como su estrecho y apretado interior envolvía con fuerza mi miembro.
Esto era lo más placentero del mundo.
En la habitación solo se escuchaban nuestros gemidos, el choque de nuestras pieles y el rechinado de la cama.
— Nena— jadeé con dificultad, sintiendo esa rica sensación en mi entrepierna, disfrutándola bastante. Me quedaba hipnotizado con sus pequeñitos pechos moviéndose un poco por el ritmo de mis embestidas— oh cariño...
El ambiente en el que yo y mi bebé nos encontrábamos era muy romántico.
La habitación era únicamente iluminada por la chimenea prendida, en la ventana teníamos la misma vista del bosque nevado. El aroma a bebé de Emma nos inundaba junto al aroma a madera de la cabaña, era un ambiente de lo más cálido y acogedor a pesar de que afuera hiciera un frío crudo.
— Ah...
Los gemidos de mi bebé eran sin duda una de mis cosas favoritas.
Llevábamos horas haciendo el amor, solo ella y yo, disfrutándonos.
— ¿De quién eres?— le pregunté moviéndome con más profundidad, haciendo que Emma enredara sus pequeñas piernas en mi cintura. Mientras la miraba fijamente a sus bonitos ojos entrelacé nuestras manos— Anda bebé, dilo ¿de quién eres?
Sabía que mi pequeña bebé estaba a nada de terminar, y no era la única, yo también sentía que en cualquier momento explotaría.
— Dilo Emma.
— D-De...D-De papi— dijo con dificultad, haciéndome muy feliz.
Es cierto.
Ella es completamente mía, así como yo soy por completo suyo. Nos pertenecemos uno al otro.
La besé. No de manera desaforada, más bien de manera tierna y lenta, demostrándole lo mucho que la amo. Mientras que nuestros labios se movían sentí como el interior de Emma se apretaba más y más.
Faltaron solo unas cuantas embestidas más hasta que sentí el cuerpo de mi bebé temblar, anunciándome que ella ya había llegado a su orgasmo.
— Cariño— jadeé un poco, moviéndome con algo de rapidez. Sentí mi corazón acelerarse al igual que mi respiración, mis músculos ardían pero no me podía detener— Joder...
Luego de unos segundos yo también me liberé por completo, sintiendo esos placenteros espasmos por todo mi cuerpo, teniendo un fuerte orgasmo, viniéndome en su interior...obviamente dentro del condón. Al salir de su interior lo retiré , lanzando este al cesto de basura.
Caí por completo rendido encima de ella, apoyando mi cabeza entre sus pechos, abrazándola con fuerza, aferrándola a mi. Sonreí en cuanto sentí las manos de Emma juguetear con mi cabello.
— ¿Estas cansada bebita?— le pregunté al ver cómo ella bostezaba, asintiendo.
— Papi...