Antídoto

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Miércoles

- Buenos días, Claire – saludó la castaña con cortesía a su secretaria. - ¿Algún mensaje?

- Buenos días, señorita Hermione – muchas veces se había referido a la castaña con el prefijo de usted, muchas veces fue regañada por eso. Hermione detestaba que la trataran con tanto respeto, así que le había exigido a su secretaria de mediana edad que se refiriera sin tanta etiqueta. – El ministro dejó en su despacho ayer, una invitación para la gala que se llevará a cabo en Hogwarts a finales de este mes, allí podrán exponer su nuevo proyecto. Le he dejado la tarjeta encima del informe que mandó ayer por la mañana, antes de avisarme que no vendría. – Hermione tragó grueso. ¿Una gala? No quería ir a ninguna gala, ahora lo que realmente quería eran unas vacaciones para poder evitar al rubio desgraciado lo más que se pudiera.

- Gracias – contestó con una sonrisa falsa antes de encaminarse a la puerta de su despacho, la voz de Claire detuvo sus pasos ipso facto.

- El señor Malfoy la espera en su despacho desde hace quince minutos, señorita – Hermione no pudo respirar por unos segundos, sus pies se detuvieron al igual que sus latidos.

- ¿Qué hace aquí? – Preguntó entre balbuceos.

- Me dijo que tenía una reunión con usted a primera hora – respondió con parsimonia. Ignorando la incomodidad repentina de su jefa.

- Gracias, Claire – respondió con sencillez; tragó grueso nuevamente, obligó a sus pulmones a respirar nuevamente y tomó el picaporte de su puerta, debía enfrentarlo; trabajaban juntos, no tenía otra opción y no era tan infantil como para declinar el proyecto con el que venía soñando bastante tiempo, por el simple hecho de haberse revolcado con ese hijo de la grandísima pu... mejor lo dejaba todo hasta allí, fingiría normalidad. También podía ser fría y calculadora, si podía. – Si puedes – se mentalizó mil veces antes de empujar la puerta y entrar a su cálido despacho. Se repitió su alentador mantra hasta que lo vio sentado de espaldas con un traje gris plomo, el cabello peinado hacia atrás y ese maldito aroma que emanaba y confundía su lastimoso corazón. – Buenos días – dijo. Tenía que ser educada, neutral y evitar a como fuera que las lágrimas atoradas se escaparan, jamás le demostraría lo dolida que estaba a esa serpiente. Draco volteó su rostro y la miró de arriba abajo con la ceja levantada.

Hermione se felicitó a sí misma por haber escogido ese vestido azul celeste que entallaba perfectamente su cintura y realzaba sus curvas, los botines marrones que exclamaban sus torneadas piernas y dejar su cabello suelto, perfectos bucles que llegaban a la mitad de su espalda. Definitivamente fue una buena decisión haber ido a trabajar como si la noche anterior no la hubiera culminado con los ojos inflamados por tanto llorar, increpándose el porqué estaba sufriendo por un idiota como ese, el mismo que ahora la veía con la baba escurriéndosele por la barbilla.

- Aquí tienes mi informe completo, en el señalo beneficios, posibles fracasos, temas a discutir, actividades beneficiosas para los estudiantes, divididos desde los chicos más jóvenes hasta los que ya dejaran el colegio. – No quería darle ningún chance para que la interrogara sobre el día anterior, quería pasar la página. – Puedes revisarlo en tu casa y darme una respuesta mañana o el viernes, no tengo ningún inconveniente.

- ¿Cómo estás? – Preguntó. Parecía que no había escuchado ninguna palabra.

- Muy bien, Malfoy – soltó con más fuerza de la considerable afable – espero usted también se encuentre muy bien. – Hermione estaba sentada detrás de su escritorio, viendo de reojo la invitación para la gala del colegio, se preguntaba si él también había recibido alguna. ¿Iría con Amira? – Maldición, no pienses más en eso – se recriminó mentalmente mientras veía abstraída la invitación y se olvidaba del hombre que no dejaba de observar sus movimientos.

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