Game over

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La castaña abrió los ojos con dificultad, se sentía exhausta y extrañamente, cómoda.

- Si duermes – escuchó tras ella. Se desperezó con calma y sonrió.

- ¿Desde cuándo estás despierto?

- Hace rato, pero roncabas como un troll – se burló con cinismo.

- No roncaba como nada, no ronco – replicó con un bufido.

- Tengo hambre – dijo de pronto, bostezando con tranquilidad. Hermione lo miró absorta por la tranquilidad que irradiaba, esa faceta tan humana y despreocupada. Verlo así, tan relajado. Con sus cabellos lacios y platinados cayendo sobre la almohada, sus ojos vidriosos, grises y profundos rodeados de pestañas blanquecinas, sus labios suaves que sabían a gloria abrirse en un bostezo que dejaba salir el cansancio enclaustrado. Verlo allí en su cama, con ella a su lado, era algo que la descolocaba. No quería levantarse, no quería que acabara ese sentimiento que cada vez sentía más grande en su interior, flameando radiantemente en el centro de su pecho.

- Tengo que ir a trabajar.

- Yo también... – contestó – contigo. Tengo hambre – repitió, con un mohín en los labios.

- Haz algo, voy a bañarme – la cara de pasmo de Draco fue un bálsamo para la castaña que carcajeó.

- Yo no sé cocinar – repuso.

- Sabrás que hacer – de un salto se levantó de la cama y corrió hasta el baño, esperar una respuesta por parte del rubio podría significar chantaje sexual para convencerla de cocinarle, lo peor es que estaba segura de que funcionaría.

Draco se quedó estático unos segundos, menuda leona necia. Tenía que ser ella la que lo tratara como un elfo doméstico, jamás había cocinado. Para algo era el hombre más rico del mundo mágico. Si sus padres vieran lo que estaba a punto de hacer seguro lo desheredaban.

Hermione se bañó con calma. Quería ver que haría Malfoy. Sentía algo en su interior que le estaba causando incomodidades. Llevaba mucho tiempo sin una relación y ahora, Draco aparecía en su vida como un semental soñado. Ese mismo rubio que fastidió su infancia y adolescencia ahora lo hacía de una manera abrumadora. Su mente no lograba reaccionar de manera lógica, lo que quería no era convincente porque sabía que una relación con él no era sana. No sería aprobada por nadie, ¿Quién podría imaginarse a Hermione Granger con Draco Malfoy? Nadie, ni siquiera ella misma, pero ahora, estando con él no imaginaba a alguien más.

¿Decir algo sería inadecuado? Aunque ¿Qué podía decir? Si decía algo, todo podía acabarse, arruinar la extraña relación que estaban teniendo, pero no hacerlo significaba estar navegando a la deriva, estar a orillas de un barranco sin paracaídas, cayendo en un acantilado sin saber nadar. Porque sabía como se sentía enamorarse, y también la fama del rubio con respecto a sus conquistas, y algunas cosas no cambian, por más que luches contra ellas. En cambio, la castaña seguía siendo la misma mujer en algunos aspectos, con ideales tan marcados que podrían considerarse dictatoriales. Le gustaba la exclusividad.

Pero de repente, todo se sentía pesado, si pensaba en alejarse, le dolía el estómago. No sabía si querría adentrarse en un sendero que no quería recorrer y ella estaba casi cien por ciento segura que él no se adentraría a ningún lado, no era ingenua, no era estúpida. Era la leona de gryffindor, la mujer más inteligente de la década, no podía plasmar cuentos de hadas cuando no había ningún príncipe, bueno, si lo había, pero ser el príncipe de slytherin no le daba ningún alivio.

Tal vez cortar por lo sano sería mejor que imaginarse ideas absurdas, tenían un proyecto juntos, no podía dañarlo por una relación que ni siquiera existía. Solo era sexo con demasiados sentimientos por su parte.

MustelidaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora