Calma antes de...

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Hermione sabía que era una tontería sentir lo que sentía en esos momentos, las incesantes águilas luchaban en el centro de su estómago mientras veía el rostro tranquilo de Draco dormir. Su cabello platinado parecía acariciar su rostro, al mismo tiempo que sus labios exhalaban el aire de sus pulmones en un suave suspiro que erizo su piel. ¿Cómo era posible que ese hombre la desconcertara tanto? No tenía sentido y lo sabía.

Podía recordar con claridad el pasado revoltoso que habían tenido, el odio acumulado, los insultos venenosos, sin embargo, ahora que era toda una mujer, la mano derecha del ministro, independiente, bruja magnifica, esa clase de actos no marcaban su vida, ningún tipo de rencor se almacenaba en contra de Draco, era de más decirlo, por supuesto, el aspecto de ambos era evidente confirmación.

Sintió sus mejillas arrebolarse al darse cuenta la forma insensata en la que su pierna estaba encima de la de Draco, sus cuerpos desnudos, cansados por haber tenido una noche llena de actividad. Acarició con suavidad su pecho fornido y suspiro lo más suave que pudo, sintiendo el latido de su corazón acelerarse.

- ¿Tienes la mala costumbre de observar a las personas tan intensamente, Granger? – La ronca voz del rubio impactó contra sus oídos. Hermione tembló, timbrándose por haber sido descubierta. – Señorita Granger, le hice una pregunta. – Susurró. Como una serpiente esperando que su presa se diera cuenta de su final inminente.

- Estaba criticando mi pésimo gusto. – Bromeó. La mirada platinada del rubio impactó con la suya, pero Hermione debió haber tenido en cuenta que Draco era un ex jugador de quidditch y que sus reflejos eran mucho más rápidos que los de ella.

No supo exactamente cuando fue el momento en el que el peso del rubio aplastó su cuerpo contra la cama, presionando sus senos, su rostro contra el mullido colchón que ahora parecía una trampa mortal.

Ambos brazos fueron obligados a permanecer firmes detrás de su espalda. Haciéndola exhalar con fuerza al sentir una presión conocida rozar con su trasero.

- Draco, cuidado con lo que haces. – Advirtió. Con la voz más amenazadora que podía generar en esos momentos tan vergonzosos.

- Parece que ya no le parece gracioso, señorita Granger. – Espetó con sadismo. Presionando con su mano las muñecas de la castaña. Escuchando un quejido de dolor placentero provenir de sus labios. Con su mano libre comenzó a acariciar la espalda de la castaña, instándola a erguir su trasero para él, incluso cuando despotricaba en silencio palabras impropias de una señorita. - ¿Con esa boca besas a tu madre? – Sonrió de lado al escucharla jadear, justo en el momento en el que sintió la mano del rubio internarse entre su costado para apretar uno de sus pechos.

- Con esta boca te beso a ti. – Espetó, ahogada en gemidos que hacían confundir a sus palabras.

- Y espero se mantenga así. – Ordenó. De esa forma tan Malfoy que Hermione había escuchado en el pasado de formas diferentes. Sin embargo, está vez no pudo reprimir un gemido, incluso cuando trato de resguardarlo en su interior, había sido todo culpa de esa mano impávida que había migrado a su hemisferio sur, abriendo sin permiso, pero con gracia sus labios e ingresado sin preámbulos. Le hubiera gustado quejarse, pero su cuerpo ya estaba preparado para él. – Así me pones cuando sé lo húmeda que estás... - indicó. Respondiendo a la pregunta mental que se había formado en el interior de Hermione. Una gran erección se había colocado en la entrada de su feminidad. Presionando con suavidad el botón mágico que venía llevándola al mismo cielo desde hacía mucho tiempo.

- Draco... - Jadeó. Intentando controlar el impulso de penetrarla. Sentir su miembro eréctil en su puerta, jugando con sus impulsos y deseos, era cruel.

- Dime... - Susurró contra su oído. Arrastrando cada palabra con suavidad, mordiendo el lóbulo de su oreja al terminar de hablar. Escuchar su respiración agitada era magia pura, mejor que cualquier hechizo oscuro que hubiera conjurado en el pasado. Joder, esta jodida bruja era una soberana reina. Disipando sombras, pero haciéndolo caer en el proceso. Deseando torturarla de puro placer carnal.

MustelidaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora