❛❛¿Qué pasa cuando el viejo profesor de historia decide que es tiempo de jubilarse?
Fácil: ¡le damos la bienvenida a un excelente, atento y excesivamente guapo profesor de intercambio!
No, ese no debería ser el orden de las cosas, por lo menos, no...
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Capítulo 4: ❛❛Interacciones❜❜.
[ ¡Acercamiento inevitable! ]
''Sé una primera versión de ti, no una segunda versión de alguien más''.
—Judy Garland.
Veinticuatro horas más tarde de lo acontecido, los recuerdos del día anterior continuaban nublando sus pensamientos. Las elocuentes escenas presenciadas junto a su profesor de historia se conservaban intactas dentro de su mente, repitiendo la misma secuencia de manera constante, como el claro ejemplo del karma o un remordimiento mal propagado.
Yang JeongIn, sentía como si de repente, en un abrir y cerrar de ojos, toda su cordura se hubiera esfumado. Era eso, o simplemente, desde hace mucho tiempo se consideraba a sí mismo un completo loco.
¿Pensar en un hombre mayor que él? No estaba para nada bien, en absoluto. Además de que, JeongIn no se consideraba esa clase de persona.
En algún momento de su vida, comprendió que no siempre iba a poder prever absolutamente todo lo que pasaba en su vida, a pesar de lo mucho que él lo deseará. Tener el control de lo que sucedía a su alrededor, era más que satisfactorio, y es por eso que cuando su profesor de historia se marcho debido a su edad avanzada, su sistema tuvo un tic nervioso, y a su vez, un mal presentimiento. La sensación increíble de un mal presagio.
Y pronto pudo comprender lo que eso significaba.
El supuesto mal presagio apareció ante él con un propio nombre y apellido. Su nuevo profesor de historia había hecho presencia valiéndose de toda su belleza y gracia divina, para, posiblemente, condenarlo. Y a su vez, derrumbando su preciado mundo. Entre ellas, sus mayores prioridades: su autocontrol, su ética, y los valores que conllevaba al tratarse de una entidad prestigiosa.
¿Cuál era el punto de todo esto? ¿Pensar en uno de sus superiores por motivos personales?
En el fondo sabía que tenía mucho que ver, puesto a su actitud reacia y tosca. El hombre simplemente se había sumado a su propio juego, pero eso a él poco le importaba. JeongIn también tenía su propio límite. No podía tratarse deliberadamente de un tema trivial, sin recordar lo poco sano que estaba siendo.
Para ser francos, se estaba convirtiendo en un asunto bastante difícil de sobrellevar, al punto de que JeongIn imaginaba que en cualquier momento podría acabar colapsando.
Sin ganas, sin optimismo, sin energías.
—¿Señorito, JeongIn, se encuentra bien? No ha probado su comida desde que llegó —y irónicamente, durante su absorto ensimismamiento la voz familiar de su Nana, hizo acto de presencia a su lado.
La verdad, es que JeongIn llevaba más de media hora creyéndose relativamente solo. En el interior del comedor familiar no abordaba más que un denso sosiego, exceptuando a su adorada supervisora.