29.- Crimen

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Sin saberlo, Cristian cayó en la trampa de Gilberto De la Fuente, quien deseaba convertirlo en su amante, pues creía que al igual que Ricardo, se trataba de un doncel fácil

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Sin saberlo, Cristian cayó en la trampa de Gilberto De la Fuente, quien deseaba convertirlo en su amante, pues creía que al igual que Ricardo, se trataba de un doncel fácil.

Acostumbrado a siempre obtener todo lo que desea, el millonario urdió todo un plan logrando tener ahora bajo su cuerpo al inocente doncel, quien con el rostro bañado en lágrimas suplica por defender su dignidad y evitar ser violado por un hombre lujurioso y cruel.

Aterrorizado, Cristian vio cómo el violento hombre se desabotonó la camisa y se desabrochó el pantalón.

Con brusquedad, el hombre se metió entre las piernas del doncel y se echó sobre él inmovilizándolo con una mano y con la otra acariciando de manera pervertida las curvas del pelinegro.

Desesperado por el miedo de pertenecerle a otro hombre que no es su marido, Cristian gritó con el rostro bañado en llanto: ¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Con la mirada encendida por la pasión, Gilberto afirmó: me encanta cuando gritan como tú... hacerlos gritar me llena de más placer cuando les entierro mi verga... después de hoy no me vas a olvidar nunca...

C: nooooo... Francisco ayúdame... ¡Franciscooooooo!

El hombre se enfureció al escuchar ese nombre y vociferó: no llames a tu marido, no lo menciones siquiera... quiero que solo digas mi nombre, que lo grites mientras te penetro y cuando me corra dentro de ti marcándote como mío...

Cristian se deshacía en lágrimas horrorizado y asqueado por las sucias palabras de Gilberto.

Al sentir que el perverso hombre intentaba despojarlo de su camisa, Cristian sacó fuerzas de flaqueza y logró liberar una de sus manos, con la cual le arañó la cara.

Gilberto gruñó por el dolor al tiempo que Cristian logró levantar una de sus piernas y le propinó al hombre un golpe en los testículos.

El doncel aprovechó el dolor del hombre para empujarlo, levantarse de la cama y salir corriendo del cuarto.

Gilberto se recuperó rápidamente y maldiciendo fue detrás de su presa.

G: conque eres una perra que se sabe defender, pero no te me vas a escapar...

Antes de abrir la puerta que daba a la calle, Gilberto alcanzó a Cristian sujetándolo por la cintura y aprisionándolo en sus brazos nuevamente.

C: noooo... suélteme, déjeme...

Furioso, el hombre gritó: ya te dije que de aquí solo te irás después que te haya hecho mío...

Calvario por tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora