31.- Revelaciones

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En la mansión Valencia, un huracán de intriga y confusión se desataba nuevamente

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En la mansión Valencia, un huracán de intriga y confusión se desataba nuevamente... Francisco intentaba llevar a Ricardo con un médico de confianza para conocer el número de meses exactos del embarazo del rubio y así comprobar si ese niño era suyo.

Pero lo que Francisco no sabía, es que Ricardo perdió al bebé y lo mantenía oculto, por lo que se resistía a ir con el especialista.

Usando toda su fuerza, Ricardo logró liberarse y se alejó de Francisco, quien vociferó: ¿por qué? ¿por qué no quieres ir conmigo al médico para ver cómo está el bebé que esperas?

Asustado y dándose cuenta que no tenía escapatoria, Ricardo gritó entre lágrimas: porque lo perdí... ¡PERDÍ A NUESTRO HIJO!

Los ojos de Francisco casi se desorbitaron al tiempo de exclamar: ¿qué estás diciendo?

R: que perdí a nuestro hijo y lo perdí por tu culpa... porque tú me has provocado muchos corajes y no me has dado la atención adecuada, por eso perdí a TU HIJO...

Furioso, el varón vociferó: no mientas más ni pretendas hacerme sentir culpable... a estas alturas, creo que todo lo de tu embarazo fue una vil farsa, una más de las mentiras orquestadas por tu madre y por ti...

R: eso no es verdad... yo estaba embarazado y te lo comprobé con la prueba que me hizo tu médico... tú mismo leíste esa prueba...

F: sí, estabas embarazado, pero seguramente ese hijo no era mío y yo estúpidamente me creí tu cuento... después de todo, en tu vida yo no he sido el único hombre...

Al escuchar esas palabras, el rubio gritó con rabia: no tienes ninguna prueba para decir eso... el niño que perdí era tuyo, aunque ahora quieras negarlo, porque ese niño te estorbaba para tu felicidad con Cristian...

Francisco asintió: pues sí, tienes razón... aunque se escuche mal, yo no deseaba a ese niño y no porque me estorbara, sino porque si realmente era mío, fue concebido sin amor, fue el resultado de una mentira... pero ahora que ya no existe, nada me ata a ti...

Limpiándose las lágrimas, Ricardo habló con prepotencia: te olvidas que seguimos casados, yo soy tu esposo legítimo y jamás, JAMÁS te voy a dar el divorcio...

F: eso ya lo veremos, pero como te dije más de una vez, si no te sacaba de esta casa era por el hijo que esperabas, pero ahora que no existe, agarras tus maletas y te vas ahora mismo...

Cegado por la ira, Ricardo amenazó: tú no puedes correrme, esta también es mi casa... y si insistes en echarme haré un escándalo, te acusaré que eres un adultero que vive con su amante bajo el mismo techo que yo y a Cristian lo acusaré de usurpar mi lugar en esta casa... ambos van a terminar en la cárcel...

Calvario por tu amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora