Más que hermanos.

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Más que hermanos.

Se sentía tan bien, nunca pensó que estar con alguien de la manera en que estaba con él le iba a traer tanta felicidad a su corazón, a su vida, sentía que podía hacer cualquier cosa, con él, deseaba pasar su vida con él, miró la palma de su mano y acarició aquella cicatriz con sus dedos... aquella constancia que habían hecho un pacto de sangre que no solo los unía, si no que los comprometían para siempre a una vida llena de lealtad y confianza, de amor... porqué en aquel pacto prometieron amarse, prometieron protegerse, aquel pacto prometieron estar juntos.

– ¿Arrepentido? – preguntó Gellert burlesco a su lado.

El cielo estaba brillante y el pasto tibio, habían decidido descansar un momento de los libros y mapas para tumbarse en la hierva, lejos de las miradas curiosas y descansar, disfrutar de la compañía del otro.

– Nunca – reprimió Albus – Esto es lo más bonito que me ha pasado, Gell.

El rubio sonrió, miraban el cielo y las nubes formaban diferentes figuras, Albus estiró su brazo y tomó su varita, conjuró un hechizo y las pequeñas hojitas que estaban sueltas en el suelo volaron, formando un "I love you" en el cielo justo en el campo de visión de ambos.

Gellert sonrió ante la bonita magia que había conjurado Albus.

– Sentimental – dijo solo para molestarlo.

Albus sonrió de oreja a oreja – Pero así me quieres, sentimental y todo.

– No... – Gellert giró su cuerpo y se colocó encima del cobrizo poniendo sus brazos a ambos lado de la cabeza de Albus como soporte – Así te amo.

El beso de Gellert comenzó siendo exigente, demandante y apresurado, la forma en la que lo besaba determinaba lo mucho que lo deseaba en ese preciso momento, sus manos mágicas, literalmente, acariciaron los costados del cuerpo de su amante, de su mejor amigo, de su todo, repartió besos húmedos por la barbilla hasta llegar al cuello del cobrizo, punto sensible, Albus soltó unos cuantos gemidos y alzó la pelvis contra la de Gellert, eso solo aumento el deseo que desbordaba sus cuerpos.

Con agilidad, el búlgaro desató cada botón, con agilidad pero con un hambre voraz, una vez el pecho de Albus estuvo a su merced se dedico a besarlo, a lamerlo, a provocarlo mucho más con pequeñas mordidas, Albus se removía, llevaba la cabeza para atrás y se mordía el labio inferior para acallar algunos suspiros.

Fue el turno del pantalón y fue cuando Albus reaccionó milagrosamente poniendo sus manos sobre las de Gellert que estaban encima de la hebilla.

– Aquí no – jadeó Albus – Alguien puede vernos...

Gellert sonrió desde abajo, fue la imagen más perfecta que Albus algún día pudo ver.

– Quiero hacerlo, Albus, aquí, en el césped – se inclinó sobre la excitación de Albus – Nadie verá nada, y si lo hacen, no me importa.

Y por supuesto, ¿de que servía replicar? Gellert era terco y a Albus no le importaba realmente, después de que fuese con él, nada importaba.

Nunca antes Albus se había entregado a nadie, Gellert si, unas cuantas veces pero para él eso no era importante, solo se divirtió un poco y experimento lo fuerte que era el deseo carnal, sin embargo con Albus deseaba hacerlo, deseaba sentirlo, deseaba verlo rogar por más, quería tener a Albus solo y exclusivamente para él, para nadie más, se sorprendió un poco al verse tan posesivo con ese joven ingles pero no había marcha atrás, con un pacto de sangre encima y de paso enamorado, no había marcha atrás, tampoco deseaba que fuese diferente.

TODO LO QUE FUIMOS - GRINDELDOREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora