Para siempre.

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Albus se había retractado varias veces... no quería tener que remover heridas abiertas y que le dolieran aun más, temía... pero por otra parte, las ganas de verlo podían más que cualquier otra cosa. Después de días debatiendo si asistiría o no a la cita, se decidió.

Luego de salir del país con un traslador, Albus llegó a Alemania, rogando que el ministerio no le ponga mucho misterio a su viaje, de cualquier forma, ya tenía una buena coartada. Luego, buscó el sitio indicado por Gellert en la última carta que le envió. Tardó unas buenas horas, el mago búlgaro había hecho un buen trabajo en citarlo en un sitio remoto, pero logró encontrarlo... y era de noche, se trataba de un hermoso edificio, iluminado, al parecer adentro había una fiesta de mascarás... de magos, miró su vestimenta, estaba formal y sin embargo, se puso alerta, ¿por qué Gellert lo invitaría a una fiesta?

Albus conjuró un abrigo y entró, el salón era enorme, tenía telas oscuras colgadas del techo y candelabros, las personas bailaban y bebían champan, Albus se acomodó las gafas tratando de identificar a Gellert, se abrió paso entre la gente manteniendo siempre la cabeza gacha, no le gustaba mucho estar en medio de los seguidores de Gellert, quizá todo era una trampa.

– ¿Profesor Dumbledore?

Una dulce voz lo hizo detener, se giró sobre sus talones y divisó a una hermosa bruja, rubia y con un elegante vestido azul oscuro que le llegaba a media pierna, tenía una mirada profunda y una sonrisa espléndida.

– Me llamo Queenie, sabe quien soy – ella alargó la mano

Albus la tomó con cuidado y la estreché, recordando que era la hermana de Tina, la esposa de Newt.

– Goldstein –

Queenie sonrió – Lo esperan en la azotea. Puede ir por el ascensor, al fondo a la derecha.

Albus asintió pero en vez de irse se acercó a Queenie.

– Tu hermana...

– ¿Ella está bien? – se apresuró en preguntar, tratando de ocultar la angustia.

Albus asintió – Te extraña y está muy preocupada por ti, Queenie.

– ¿La ha visto últimamente? – preguntó

– Fui a su boda.

– ¡Su boda! – gimió – Oh... con Newt.

Albus colocó una mano en el hombro de la bruja.

– Ella siempre te querrá, pero no la hagas sufrir más. Te necesita –

Queenie no dijo nada, solo asintió y le recordó a donde tenía que ir, Albus la vio mezclarse con las personas, suspiró, sabía lo mal que la estaba pasando Tina y Jacob sin ella y esperaba que algún día Queenie recapacitara, quizá hablando con Gellert.... Aunque por como la joven se veía, al parecer, no la pasaba nada mal estando bajo ordenes del mago tenebroso.

Subió al elevador y marchó el botón que llevaba a la azotea. Se sentía nervioso, por supuesto, hace once años no veía a Gellert, al pensar semejante cosa, invocó un espejo con su varita. Se veía un poco mayor, la barba más poblada, esos anteojos... y las arrugas alrededor de los ojos, maldita sea... pero aún así, no se veía tan... tan viejo. Desapareció el espejo y peinó sus cabellos un poco antes de que las puertas se abrieran.

La azotea era despejaba, tenía varios arbustos decorados con luces y sillas victorianas, diviso a Gellert dándole la espalda mientras veía la hermosa vista, los edificios, se encontraban en Berlín. Tomó valor y se acercó a su anfitrión.

TODO LO QUE FUIMOS - GRINDELDOREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora