Las reliquias de la muerte.

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Para Albus, ver a Gellert sentado en la banquita de la plaza, esperándolo amenamente mientras el viento le alborotaba un poco su estilizado cabello rubio era como... bueno, para Albus, era perfecto. Ese chico era perfecto. ¿Por qué lo pensó? Simplemente se le ocurrió, al genio en pociones, artes mágicas, defensa contra las artes oscuras, adivinación, entre otras, no encontraba la razón, simplemente le parecía así, perfecto.

Le había dicho a Aberforth que regresaría a casa a eso de las cinco de la tarde para preparar la cena, le quedaba un buen tiempo con Gellert Grindelwald. Se acercó, el rubio al parecer se dio cuenta de su presencia porqué alzó aquellos ojos extremadamente preciosos y extraños, no siempre veías semejante obra genética, mucho menos que se viera tan bien en alguien. Gellert, por otro lado, sabía perfectamente lo que aquella mirada causaba en las personas y se atenía a ella para usarla a su antojo como algo que le convenía eventualmente cuando buscaba algo de alguien.

– Albus, pensé que me dejarías plantado – Gellert se puso de pie, alisó su bonito gabán azul.

– No podría – Albus, Albus...– Porqué sería descortés.

Gellert se acercó al cobrizo con una sonrisa insinuante – Pero tú no eres descortés ¿o si, Dumbledore?

– No, por supuesto que no. Entonces, ¿vamos?

– Después de ti, yo soy el turista aquí –

Simpático, muy simpático.

Caminaron por el publito, Albus solía suspirar de vez en cuando, estaba harto de ese maldito pueblo pequeño y aburrido, debería estar con... Elphias en este momento, seguramente él si se está divirtiendo y conociendo cosas nuevas, cosas mágicas, mientras que él... ¿y su supuesto brillante futuro? Todos los profesores en Hogwarts se lo recalcaron alguna vez "Serás brillante, Albus, te espera un futuro prometedor" Uf, vaya futuro, ser el mejor en su clase no sirvió de a mucho. Se encogió de hombros y se aventuró en mirar a Gellert, él parecía entretenido viéndolo todo, como si fuese una obra de arte de antaño.

– ¿Te gusta el pueblo?

Gellert había guardado sus manos en los bolsillos del gabán.

– ¿A ti no? –

– Bueno... cuando has vivido aquí por mucho tiempo, a veces sientes que te ahogas – Albus fue sincero, tenía que serlo con alguien – No me malinterpretes, me gusta este lugar pero...

– Ya te queda pequeño, ¿no es así?

Albus aspiró – Si, básicamente.

Y para Gellert, que definitivamente, ya quería llegar a ese temita con Albus solo atinó a sonreír mentalmente. El joven mago había dado en el clavo.

– Te confesaré algo, Albus – habló Gellert deteniéndose, habían llegado a la entrada del cementerio – Le pregunté a mi tía sobre ti.

Albus se giró hacia él, luciendo... sorprendido, ¿por qué ese joven preguntaría por él? y peor aún, ¿es tan descarado de decírselo en la cara?

– ¿Y que preguntaste?

– ¿Te sorprende? Pensé que estabas acostumbrado a recibir atenciones, Albus.

– ¿Atenciones dices?

– Si.

Albus tragó saliva, nunca había recibido esas atenciones...

– Bueno, ¿Qué necesitabas saber de mi, Gellert?

– Albus, a simple vista eres un joven interesante, quise saber cosas básicas... lo interesante pretendo que tu me lo cuentes – Gellert desvió la mirada al cementerio – Por ejemplo, ¿Qué piensas sobre las reliquias de la muerte?

TODO LO QUE FUIMOS - GRINDELDOREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora