Traición

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Gellert apareció en su jardín, nevaba y el frío era poco gratificante, adentro del castillo se encontraban sus invitados disfrutando de la reunión, Credence estaba entre ellos, hablando con todos los que podían, se veía contento.

– Señor Scamander – saludó Gellert, había aparecido detrás de Newt. Su acento marco llamó la atención del pelirrojo.

El joven mago se giró con rapidez alzando la varita a la vez y apuntándola al mago búlgaro. Gellert se veía tranquilo como siempre, su largo abrigo negro lo cubría y sus ojos escrutaban el rostro pecoso del pelirrojo.

– Grindelwald – saludó –

Gellert no necesito mirar hacia los lados para saber que habían otros cinco aurores asechando su castillo.

Imprudentes, sencillamente, imprudentes... pensó el mago tenebroso.

– ¿Puedo conocer el motivo de su inusual visita? – preguntó Gellert.

Newt carraspeo – Albus Dumbledore me contó sobre el pacto que hicieron, Grindelwald, debe saber que ahora lo tiene bajo su poder y lo romperá, cuando eso suceda, vendrá por usted, vengo a ofrecerle que se entregue por voluntad.

Gellert ladeó la cabeza, incrédulo. ¿Ese joven entrometido vino a amenazarlo con Albus Dumbledore? Por Merlín... que estúpido.

– ¿Cree que le tengo miedo a Dumbledore? – preguntó

– Solo le digo lo que sé, ¿vendrá con nosotros?

– ¿Cinco aurores? – preguntó Gellert caminando lentamente hacia Newt – Se tienen mucha confianza.

Newt era un joven valiente y estar en frente del mago más poderoso sin muchos aurores era una prueba de eso, o más según Gellert, era un verdadero tonto.

– ¿Quieres conocer la razón?

– Por favor.

Newt asintió – No quiero exponerlos, ya has matado suficientes aurores.

– ¿Y ellos a nosotros no? He enterrado a varios seguidores, dígame señor Scamander, ¿cree que es justo asesinar solo por escuchar a alguien?

El joven Scamander bufó – Por favor, ¿ahora se hará la victima? Usted es todo menos una victima, Grindelwald.

Gellert negó lentamente con la cabeza.

– No soy una victima, claro que no – habló con lentitud – Señor Scamander, yo se muy bien quien soy y tengo claro mis crímenes, pero... ¿ustedes saben verdaderamente quienes son? Se hacen los buenos, los puros y los salvadores pero... ¿Realmente lo son? Más bien es una fachada para engañar a quienes creen todavía en ustedes.

Newt enmarcó las cejas – Así que, ¿usted dice que sus crimines son perdonables?

– Digo que mis crímenes tienen una razón de ser.

El joven pelirrojo se rio amargamente – Claro, ¿daños colaterales? ¿Cómo lo fue Leta Lestrange?

Gellert sonrió de lado – Así tal cual. De haber sabido que vendría con el propósito de entrevistarme, lo hubiese invitado.

– Gracias. Pero vengo con un solo propósito y no es precisamente a charlar y beber té con usted –

Gellert asintió una vez, su varita apareció en su mano derecha, Newt la observó y lentamente sacó la suya.

– Me preguntó, ¿Quién les habló sobre mi localización? Este lugar es privado, nadie sabe de él – ni siquiera Albus, él no pudo ser – mis invitados han firmado un acuerdo mágico de confidencialidad, así que... dígame, ¿Quién los ilustró?

Newt suspiró – ¿Cree que expondré a nuestro informante?

– Si, creo que si lo harás... –

De un movimiento de varita, tan rápido que nadie lo vio, Gellert y Newt desaparecieron.

Aparecieron en un bosque, Newt atado a un árbol con lo que parecía unas cadenas mágicas, su varita estaba tirada en medio del pasto, y Gellert estaba en frente de él. Newt respiró hondo, su pecho dolía.

– ¿Dónde estamos?

– Lejos del castillo, mis seguidores se harán cargo de tus queridos amigos – habló Gellert agachándose para tomar la varita de Newt – Dime, ¿Quién es el perro cobarde y traidor que me vendió?

Newt sonrió desganado, vio su varita en manos de Gellert, y justo, no traía a ninguno de sus animales.

– Tienes un problema de seguridad, Grindelwald.

– Quizá, pero puedo solucionarlo rápidamente – dijo poniéndose las manos tras la espalda – No seas tonto, muchacho, solo dime su nombre y saldrás vivo de aquí.

– Antes muerto – gruñó Newt – ¡Máteme, le conviene!

Gellert sonrió – Tonto, muy tonto, señor Scamander... ¿Cómo se vería su cuerpo convertido en un inferius?

– ¿Qué...?

– ¿No lo sabes? Cada vez que alguien muere su cuerpo se trasforma en un inferius, así su cuerpo no se desperdicia.

Newt casi quiso vomitar – Es un monstruo.

– ¿Tu crees? – habló Gellert jugando con la varita de Newt – Ya deja de jugar a las palabras, como se llama tu amigo. Lo descubriré y lo asesinaré, tal vez si tu me dices, le tenga piedad y a ti también.

– No necesito tu piedad

Gellert exhaló, el aire frío salió disparado de su boca y extendió la varita de sauco hacia Newt.

– Me despido, señor Scamander... – Susurró – Avada...

– ¡Gellert!

No completo la maldición, sus ojos se cerraron solo unos segundos al escuchar aquella voz tan conocida, con lentitud se giró.

– Albus – susurró Gellert

El profesor se encontraba a escasos metros de Gellert, llevaba un sombrero de ala corta y un abrigo que le llegaba hasta los tobillos, parecido al suyo, solo que era azul índigo. Gellert recordó aquellos momento en la casa del profesor y tuvo que aferrarse a sus pies para no caminar hacia él y comerle la boca como estaba deseando.

– Debo pedirte que sueltes a Newt – Albus hablaba con toda la seguridad del caso

– Lo haré en cuanto me diga quien le habló sobre mi –

– Ya le dije que no diré nada – gruñó Newt

Gellert lo miró – Eres una molestia... ¡Crucio!

– ¡Gellert no! – exclamó Albus – ¡Detente! 

sacó su varita pero sabía que ilógico usarla contra Gellert, se autolastimaría, no había roto el pacto todavía. 

Pero el joven Scamander ya se retorcía y gritaba en su lugar.

– ¡Alto, por favor! – gritó una cuarta voz

La maldición se detuvo y Gellert se giró hacia la voz masculina, su paciencia había culminado y ver a Albus defendiendo al pobre e imbécil de Scamander solo lo puso de peor humor. 

– ¿Alexander?

El hombre miró al mago tenebroso – Soy yo.

Albus tragó saliva observando a su amigo, a su amante... y luego miró a Gellert ladear la cabeza con una mirada asesina... 

Todo estaba acabado... alguien iba a morir esa noche. 

TODO LO QUE FUIMOS - GRINDELDOREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora