Hay monstruos buenos y malos.

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Albus simplemente no podía creer lo que tenía ante sus ojos, ¿Qué hacía Alexander allí? ¿ese era el informante de Scamander? ¿para eso vino a Londres? Albus sintió una bola de fuego en su estómago, más conocido como ansiedad. El siempre mantenía la calma, pero ahora, ¿Cómo decidir? ¿Cómo detener a Gellert?

– Así que eres tu, no me equivoqué después de todo contigo – dijo Gellert pausado, como si pudiera saborear la muerte de Alexander.

Alexander de un solo movimiento apareció su varita. Albus también traía la suya, pero si Gellert decidía atacar a sus amigos, él no podía hacer mucho. ¿Detener a Gellert...? No, eso significaba autolastimarse y al final, podían morir los dos...

– ­Suelte a Newt, él no tiene nada que ver – replicó Alexander con su varita en alto. – A demás, somos tres contra usted. No tiene escapatoria, Grindelwald.

Albus tragó saliva, ¿tres? Por Merlín.

Amenazar a Grindelwald en un momento como este era la peor manera de evitar morir.

– ¿Enserio quieres hacer esto? ¿Sabes el destino que tienen los traidores? – preguntó Gellert apuntando la varita de sauco hacia Alexander.

– Moriré entonces por una buena causa –

– Todos moriremos por esto.

Gellert sonrió, aquella sonrisa traicionera y sádica, la misma que le hizo a Aberforth antes de atacarlo. Albus la conocía bien. sabía lo que se avecinaba.

– Gellert – lo llamó

Pero el albino ni siquiera lo miró.

– No trates de defender a tus amigos, Dumbledore, no te servirá de nada – dijo el mago tenebroso.

Albus se acercó a él con su varita en alto – Merlín, Gellert, no es el momento, te lo suplico, suelta a Newt y deja ir a este hombre. Me haré responsable de todo.

Gellert sonrió ladinamente, sabía bien que no podía lastimar a Albus, ¿Qué clase de apuesta era esa?

– ¡¿Qué dices?! ¡Albus, no digas estupideces! ¡no necesito que me salves! – exclamó Alexander moviéndose hacia Albus lo mejor que podía.

Gellert observó en silencio.

– Albus, por favor... – susurró Alexander –

De un movimiento simple, Gellert desarmó a Alexander ganándose la lealtad de su varita pero de otro movimiento la partió en dos arrojándola a un lado sin exfuerzo, Alexander abrió mucho sus ojos encontrándose con los bicolor y fieros de su oponente que nisiquiera lo dejó defenderse. Gellert estaba cegado por el odio.

– Gellert... – dijo Albus, miró a Gellert – Lo podemos arreglar. Lo prometo.

Gellert sonrió de lado, nuevamente miró a Alexander.

– ¿Crees que dejaré vivo a esta sabandija embustera? – preguntó – Pídeme lo que desees, Dumbledore, pero esto no. Sabes que no cederé.

Con aquella frase las sospechas de Newt se hicieron ciertas y Alexander miró con enorme sorpresa a Dumbledore.

– ¿Pídeme lo que...? – balbuceó – Albus, Merlín, ¿conoces a este tipo?

Albus miró a su amigo – Alexander, vete de aquí. Corre.

– ¡No! ¡No puedes, no podemos dejar que esta basura se escape! – grito

TODO LO QUE FUIMOS - GRINDELDOREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora