Capítulo 9 - No tienes motivos

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Suena el timbre.
— Hola Aurora, ¿está Gala?
— Alan, cuanto tiempo. Me alegro de verte.
— Enseguida la llamo.
— No se preocupe, ya subo yo a su habitación.

Escucho unos pasos acercándose a la puerta.
— Gala soy yo, ¿puedo entrar?
— Adelante.
Se acerca para darme un beso y le giro la cara.
— ¿Qué quieres?
— Hablar contigo.
— Pues dime, no tengo todo el tiempo del mundo.
— Te pasaste tirándome el cubata.
— ¿Y tú no te has pasado? Estas de coña. Eres consciente de lo que llevas haciendo desde que terminaste de ayudar a tu padre.
— No he hecho nada malo, entiéndeme, está sola y solo me conoce a mi.
— ¿Qué te entienda? ¿Qué entienda el qué? Que llevas pasando de mis dos semanas, que nos conocemos de toda la vida y me has cancelado planes, anulado citas y dejado plantada un millón de veces y lo entiendo, o mejor dicho creía entenderlo. Porque estabas estudiando y preparándote para tu futuro, un futuro de mierda sumido a la monotonía. Y lo mejor de todo es que lo respetaba porque eres así. Bueno mejor dicho eras, al parecer Ivonne es más que suficiente para cambiar tu forma de ser.
¿Sabes qué? Déjame en paz, eres tú quién ha decidido esto. Si estamos así es porque siempre he sido comprensiva contigo y tú nunca has estado para mi cuando te he necesitado.
Por cierto, no voy a estudiar medicina, lo sabrías si te hubieras dignado a contestarme el teléfono o llamarme. Pero es más me alegro, me alegro de no tener que verte cada día.

Alan se queda blanco. Nunca me había puesto así con él quitando la noche de la discoteca.

Le suena el móvil, mira quien es y decide contestar.
— Estás muy nerviosa hablamos otro día. No tienes ningún motivo para estar celosa. — Cierra la puerta y se va.

Encima, encima contesta la llamada. Dos semanas sin saber de él y a la mínima que le llaman responde.
No puedo más.
Daniel entra para ver si estoy bien, le contesto que ha llegado el momento de que le cobre el favor.
— ¿Sigues teniendo las llaves de tu coche?
— Así es. ¿Por?
— Vamos a seguir a Alan.
— Pero...
— Te cubrí entonces, te toca ayudarme.
— Está bien.

Lo seguimos durante un cuarto de hora, hasta que se detiene en un restaurante.
Dani y yo aparcamos tres coches detrás de él.
Entra al restaurante y decido bajarme del coche.
Al llegar dentro me encuentro con algo que no contaba una recepcionista.
— Buenas noches, ¿tiene mesa reservada?
— Esto... no... no tenía ni idea de que fuera necesario.
Entra Dani y le da 100€.
— Enseguida les preparan una mesa.
— Que sea lejos del chico que acaba de entrar. — Le extiende otro billete igual.
— Lo que los señores deseen.

Estamos sentados y nos traen la carta.
Alan está sentado con la tonta de Ivonne. Que mal me cae por dios.
Durante el transcurso de la velada se les ve muy acaramelados, pero hasta el momento no ha pasado nada que disparen mis alarmas. Si que es cierto que se tocan mucho las manos y no paran de sonreírse.
Dani no ha comentado nada, se limita a cenar y a estar callado.

Ivonne se levanta y besa en la boca a Alan. Posteriormente se dirige al baño.

— No puede ser, no me lo creo.
— Pues sí, que hijo de puta.
La rabia me posee y se me nubla la vista, me levanto y me dirijo hacía su mesa, es el momento, está solo y no me espera.
— No tienes ningún motivo para estar celosa, ¿no? Lo que no tengo son motivos para seguir con alguien como tú.
Aparece Ivonne sonriendo y antes de sentarse le pasa la mano por el hombro a Alan.
— Anda mira que bien. Contigo quería hablar yo. Pues nada, que te lo regalo, para ti enterito. Ahí lo llevas creo que hace mejor pareja contigo que conmigo. Alguien como yo no se merece tan poco. Lástima que tú no te valores y te conformes con cualquiera.
Que acabéis de pasar una buena velada.
Ah, por cierto, hemos terminado. No vuelvas a dirigirte a mi en tu vida.

Las caras de ambos son un poema.
Dani se levanta de su silla y aunque no ha llegado a escuchar la conversación empieza a aplaudir al ver las caras con las que se han quedado los dos.
Pagamos la cuenta y nos vamos.

— Jajaja, ¿les has visto la cara?
— Los tenía delante, no se me va a borrar la imagen jamás.
— Ey, ¿estás bien?
— No mucho, pero lo estaré.
— No me cabe duda. Además, en dos semanas empiezas la universidad y con ella una nueva vida.
— Lo sé necesito tiempo. Gracias por lo de hoy.

Llegamos a casa, apago el móvil, voy a darle un beso de buenas noches a Martín y me duermo.

Hasta que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora