Capítulo 39 - Hasta que me quieras

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31 de diciembre.

-       ¡Buenos días, Dani! Me sorprende no tener que llamarte hoy. Nos espera un día largo y cuanto antes empecemos a prepararnos para él mejor – se escucha el ruido de un beso.

Llaman a la puerta.

-       Gala, por favor baja a desayunar hace ocho días que apenas comes nada.

Me hago la dormida y no contesto, lo prefiero a discutir. De todas formas, no merece la pena hacerlo, aunque últimamente nada lo merece. No voy a mentir apenas me he duchado, he comido y no he salido de mi cama. Es raro pensar que nadie me ha escrito o llamado, la verdad es que no lo se a ciencia cierta ya que tengo el móvil apagado desde la noche del 24. ¿Egoísta? Puede que para algunos lo parezca, sinceramente me parece más egoísta actuar como si nada estuviera pasando, mi abuela está ingresada, sigue en la UCI y no nos dejan visitarla. Puede que sea porque no se permite tener visita o porque la egoísta de mi madre lo prefiere así. Las únicas noticias que tengo es un "está estable", como si eso reconfortara a alguien. El tiempo aquí pasa muy despacio, una semana me han parecido cinco meses. Me entretengo leyendo y viendo la tele siempre que no estoy durmiendo, cosa que últimamente hago mucho, así que muy entretenida no es que esté, pero las horas pasan y con eso me basta.

Se abre la puerta de mi habitación.

-       Se acabó hemos tenido paciencia, es una situación dura pero no por ello tienes que estar así. Tus hermanos y yo también...

-       ¿Vosotros? No habéis hecho nada, seguís vuestras vidas como si no... – le grito.

-       No me grites, y qué es lo que quieres que hagamos, hago todo lo que puedo en mi trabajo y aquí con vosotros, te crees que para mi es fácil, es tu abuela pero que no se te olvide que también es mi madre y que soy yo quien está en el hospital haciendo todo lo posible para que la situación – se pausa – mejore. Y tú no me lo estás poniendo nada fácil, me tienes preocupada y si no fueras tan egoísta abrirías los ojos y pondrías de tu parte.

Sus palabras se me clavan como un puñal.

-       ¿Yo soy la egoísta y tu la madre preocupada? ¿No crees que llegas un poco tarde? Algo así como 18 años. – le grito con todas mis fuerzas.

Me da una bofetada y ambas nos quedamos en shock.

-       Gala... yo...

-       Déjame tranquila. – le digo en un tono de voz más bajo del habitual.

Martín entra a la habitación y se queda quieto hasta que pregunta que es lo que está pasando.

-       Martín vamos a desayunar. – le pone la mano en la espalda indicándole la puerta.

Estoy furiosa, con mucha impotencia y siento que me ahogo dentro de estas cuatro paredes.

Me pongo unos tejanos, una camiseta y un abrigo.

Bajo las escaleras rápidamente y Rori me pregunta si voy a salir, asiento con la cabeza y cierro la puerta de la entrada, empiezo a correr nada más salir sin un rumbo fijo. No he mirado la hora, pero si mi madre está en casa y no había desayunado deben ser las 8:00h.

Apenas hay gente en la calle, hay algún que otro vecino en el porche desayunando y leyendo el periódico, pero ningún coche circulando. La fría brisa matutina en la cara y las calles despejadas hacen que deje de pensar por primera vez en estos días, se me había olvidado lo liberador que puede llegar a ser correr.

Me detengo, apoyo mis manos en mis rodillas y recupero el aliento. El sol desaparece en cuestión de segundos y caen las primeras gotas de este mes, miro al cielo y empiezo a reírme sola hasta tal punto que me duele el estómago.

Hasta que me quierasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora