A cinco centímetros de la barra era fácil ver las diminutas gotitas de agua salpicada y las migajas de pan, pero no era sencillo prestarles mucha atención cuando el pecho dolía ante la idea de romperse la nariz contra esa reluciente piedra negra. Creí que por el peso mi cabeza se habría deslizado, sin embargo, me percaté de aquellos delgados dedos alrededor de la muñeca. Primero, mi mirada recayó sobre las uñas decoradas con esmalte verde pino, a juego con el delantal. Seguí la fina mano, recorrí el camino del brazo y subí hasta encontrarme con el rostro de Sarah.
―Te voy a empezar a descontar los minutos que te duermas en medio de tu turno ―sentenció, una de las comisuras de su boca estaba tensada en un gesto desaprobatorio. Traté de encontrar las palabras para responderle, no obstante, aún quedaban los restos de un sueño nublando mi conciencia. Antes de poder decir algo, ella lo hizo―. ¿Estás bien?
―Sí, sí... ―Aquella respuesta ni siquiera tuve que pensarla, mis labios la formularon en automático―, ¿por qué?
―Te ves algo pálido. ―A pasos agigantados vi el disgusto en sus facciones menguar a otra cosa, misma que no supe interpretar muy bien.
Ni siquiera llegué a considerar el negarlo, pues en seguida me hizo un gesto para que la siguiera hacia la cocina. Tras esquivar al ejército de cocineros que iban de aquí allá tan apresurados como los meseros, me hizo gesto que invitaba a sentarme en una de las cajas frente a las puertas de los refrigeradores. En esos mismos fue donde la vi desaparecer unos segundos antes de regresar con una pequeña caja plástica, que dentro tenía una rebanada de pastel.
En cuanto vi su intención de dejar el postre sobre mis manos comencé a rechazar su oferta, aunque no me sirvió de mucho, pues de cualquier forma lo dejó sobre mis manos.
―Va por mi cuenta, come ―dijo, intuyendo con rapidez el motivo que tenía para rechazar aquella oferta. ¿Qué me quedaba decirle? Volvió a desaparecer un par de segundos en la cocina y al regresar, lo hizo con un tenedor en las manos. Acepté para, luego de darle las gracias, comenzar a comer aún bajo su mirada. Sarah no me dejó solo, sino que se sentó frente a mí en silencio hasta que la mitad desapareció.
―¿Y esto por qué ―cuestioné, cubriendo mi boca luego de pasar un pedazo? Me sentía sospechoso de su actitud, pues no solía regalar nada de la casa porque sí, menos a las personas a las que les tenía un ojo encima, como a mí. Tal vez iba a despedirme, no podía ser de otro modo.
―¿Qué tal estás descansando? ―Aquella pregunta me descolocó por completo.
―¿Durmiendo? ―inquirí, ladeando la cabeza antes de negar―. Bien. No entiendo.
―Estás más paliducho y ojeroso, además de que te la pasas cabeceando. ―Desvié la mirada hacia el pastel de vainilla, fingiendo estar muy entretenido con las decoraciones de chocolate blanco―. Puedes ser disperso y distraído, pero de eso a dormirte... ¿Está todo bien? ¿Pasa algo de lo que quieras hablar?
Levanté la cabeza para encontrarme de nueva cuenta con sus ojos redondos y grandes, como los de un búho. No estuve muy seguro de por qué, pero la sola pregunta pareció extender sus dedos hacia mí para hacer un nudo de mi esófago; su "¿está todo bien?" me provocó un escozor anormal detrás de los párpados y tuve que bajar la cabeza de nueva cuenta, pues estuve seguro de que de otra manera hubiera visto cómo se formaba frente a mis iris una capa de vidrio lista para estallar en llanto. Ni siquiera supe de dónde apareció tal reacción, o cómo fue que una pregunta de su parte fue capaz de empujarme ahí con tal velocidad.
Tragué en un intento infructífero por deshacerme de todas las piedras atascadas en mi garganta, cada una de ellas representando esas cosas que sí pasaban, ¿cómo podía decírselas a ella, de cualquier manera?
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Las páginas que dejamos en blanco
Teen Fiction¡Ganadora de los Wattys 2023 y el Premio de Entretenimiento de Wattpad-Webtoon Studios! Por fin ha llegado el día. Cansado de una existencia llena de abuso, Illya ha decidido morir tan pronto como caiga la noche, y de entre todos los sitios posibles...