Las ramitas secas crujían al sentir mi peso a cada paso sobre ellas. De haber podido, me hubiese gustado ser un poco más silencioso. En momentos así, deseaba incluso ser capaz de parar por completo el sonido de mi aliento, alborotado por el andar apresurado que me conducía a las entrañas del parque hasta el Jardín de las Estatuas. Me aferré una vez más a los tirantes de la mochila a la espalda, volteando cada pocos segundos bajo la creencia, siempre errónea, de haber escuchado algo unos pasos por detrás. Técnicamente, no tenía razones de peso para entregarme de ese modo a los brazos de la paranoia; en la práctica, no estaba seguro de qué tan buenos fueran Evan y Dylan en cuestiones de mantener la boca cerrada. Y aunque supieran cómo hacerlo, no me constaba que Paul no tuviera a alguno de sus tantos ojos siempre por ahí.
En realidad, muy pocas veces había escuchado de un topo echando de cabeza a alguien en Purple, o en cualquier otra pandilla de la ciudad. Una parte de mí estaba seguro de que temíamos más por todas esas leyendas y el miedo infundido, que por los hechos verdaderos de lo sucedido en la oscuridad del barrio y los callejones más desiertos. Pero no quería ser la excepción.
Algo que Dylan y Evan no sabían por no haber crecido donde yo, por no pasar su adolescencia jugando a todas esas estupideces, era que cada tanto se debían dar unos sustos para que el resto aprendiera cómo se hacían las cosas. Y ellos las habían estado haciendo muy mal.
En pleno corazón del invierno, el jardín ya se encontraba desnudo. Sin follaje alguno sobre los árboles que bloqueara la luz del sol blanco que, a medio día, estaba en su punto. Faltaban solo semanas, si no era que días, para que comenzaran las nevadas y todo pasara de ese aspecto marrón y húmedo a uno seco y pálido. Cuando llegué a la estatua del ángel, Evan ya estaba ahí.
No podría haber dicho si el vaho de su boca era vapor de su aliento caliente al contacto con el aire frío, o solo el humo del cigarrillo que, tan pronto verme, bajó entre dos dedos a la altura de su cintura. Mientras me acercaba, aproveché a pasar la mochila de mi espalda al pecho e ir abriendo el cierre y poder hacer el intercambio tan rápido como resultara posible. No hubo saludo de su parte, y por supuesto que tampoco de la mía; no obstante, contrario a otras ocasiones, levantó su barbilla en un gesto de bienvenida que era lo suficientemente cordial para saber que ya no quedaban ganas de seguir discutiendo por todas las cosas que ya era demasiado tarde para cambiar o para que siguieran importando.
Me cubrí apenas detrás de la base de la estatua, que nos juzgaba desde su altura, mientras yo le pasaba uno de los paquetes envueltos en cinta y él los acomodaba dentro de su propia mochila, debajo y detrás de los libros que llevaba y eran, con toda seguridad, solo señuelos. No tardamos más de dos minutos, no me quedaba más mercancía suya, aunque no era tanto así el último asunto por resolver.
Antes de que tuviera la oportunidad de recordarle nada, me hizo un gesto para que esperara y se metió la mano libre en la bolsa del pantalón, de donde sacó un pequeño fajo de billetes sostenidos por una liga; todos de a dólar. Extendí la mano para tomarlos, con una cautela incluso mayor que antes y les saqué la liga con la intención de comenzar a contarlos.
—Son cincuenta —murmuró, como si quisiera ahorrarse la espera y le ofendiera la duda; aún pese a su mala mirada, yo conté cada uno de los billetes antes de corroborar que, en efecto, era la cantidad que él decía—. Te dije.
—Prefiero asegurarme.
Metí el fajo dentro de mi mochila y me la volví a echar al hombro al tiempo que levantaba la mirada al ángel. Di una respiración profunda, llenándome los pulmones del aire frío, antes de suspirar todo fuera de mi sistema. Cuando estaba por darme la vuelta para marcharme, su voz me sorprendió dirigiéndose hacia mí. O hacia el parque, como si yo no estuviera justo en frente. No lo habría podido adivinar de haberlo intentado lo suficiente.
ESTÁS LEYENDO
Las páginas que dejamos en blanco
Teen Fiction¡Ganadora de los Wattys 2023 y el Premio de Entretenimiento de Wattpad-Webtoon Studios! Por fin ha llegado el día. Cansado de una existencia llena de abuso, Illya ha decidido morir tan pronto como caiga la noche, y de entre todos los sitios posibles...