Cuando abrí los ojos, lo hice con una sensación de pesadez cernida sobre mí del mismo modo en que lo hacía el edredón: por todo el cuerpo, cubriéndome del cuello a los pies y empujándome contra el colchón. Mis ojos estaban secos e hinchados a pesar de las lágrimas no derramadas, y una dolorosa presión me atravesaba el cráneo. Me tallé los párpados y me cubrí el rostro con las palmas un segundo, como si de ese modo pudiera esconderme de un nuevo día, o disimular la aflicción que de a poco se hinchaba en mi pecho y amenazaba con reventar entre las costillas. Vestía mi derrota del mismo modo que un condenado a ejecución su resignación al andar sus últimos pasos por el corredor de la muerte. Si pudiera haberlo descrito de algún modo entonces, lo hubiese nombrado resaca emocional.
Permanecí por un rato bastante largo acostado en la cama sin mover un músculo, incapaz de hallar dentro de mí la pizca de motivación necesaria para poder levantarme; en su lugar deseaba volver a cerrar los ojos y dormir durante unos buenos quince años, que quizá lavarían la somatización del estrés en mi espalda o las ganas de desaparecer. Cuando caí en cuenta de que no podría conciliar el sueño otra vez, por más que lo intentase, solté un suspiro y dejé la cabeza caer en la almohada. Me consoló saber que al menos no era que tuviera demasiadas razones para levantarme, tampoco; al final, hasta que no se esclareciera la decisión que debíamos tomar, no veía caso a ponerme el uniforme y presentarme tempranito a mi turno en el restaurante. Sumándole a lo temprano que era, no debían dar ni las seis.
La recámara aún se encontraba sumida en la oscuridad, apenas cortada por la languidez con la que se asomaba de a poquito un halo de luz fría; la clase de iluminación que lo cubre todo minutos antes de la salida del sol. Me hizo compañía el murmullo de la respiración plácida de Mich, quien aún dormía justo a mi lado boca abajo, con el brazo escondiendo su rostro de mi mirada inquieta, y un cachito de la piel de su espalda saludándome por entre las cobijas; también el silbido de las parvadas de pájaros revoloteando al otro lado de la ventana, que a esa hora, contrario a mí, ya les urgían bajo las alas las ganas de comerse al mundo.
Algo dentro de mí estaba seguro de que se suponía que debía estar bien con eso, al menos en un día normal. Qué más se podía pedir cuando se tenía la dicha al alcance de la mano, con un despertar tan cálido como perezoso, a lado de un hombre que me volvía loco e, incluso por encima de eso, demostró una vez tras otra ser un ejemplar admirable de ser humano. Luz tenue, el canto de las aves. Una promesa milenaria de sanidad. Seguridad. No obstante, algo todavía se sentía roto, desacomodado, inusual. La inquietud me cosquilleaba en la planta de los pies como una lengua áspera, y tenía la sospecha de que durante la noche mi piel se había vuelto un traje muy pequeño para mi propio cuerpo. Me faltaba demasiado espacio.
Lo sentía reptando por el esófago con una lentitud fraguada por la malicia: la impotencia azolvando mi garganta y la pesadez de unos ojos que le gritaban al calor en mi rostro que morían por desbordarse, aunque no sabían de qué manera hacerlo. ¿Cómo era posible sentir que un agua negra, espesa, me cubría hasta las orejas estando tan seco? Y saber que me ahogaba, aún en la plena certeza de que todo dentro de mí estaba vacío. ¿Cómo esa carencia de emoción era la que me sofocaba hasta orillarme a la desesperación por desgarrarme el cuello a arañazos y dejar escapar eso que estaba anidando en mi tráquea?
Todo lo que quería, o necesitaba, era ser capaz de llorar, pues tenía la sospecha de que si descifraba la forma de hacerlo, tal vez ese nudo de alambre de púas y cristal no se me atoraría hasta el punto de la dolorosa asfixia. No pude. Nada cayó o se liberó; por el contrario, todo continuó igual. Y aunque sabía que solo bastaba con que me levantara para que eso cambiara, no pude hacerlo sino hasta muy tarde. Horas después. Cuando Mich se estiró sobre el colchón, ajeno a mis males, y en medio de un bostezo aletargado me preguntó si llevaba mucho rato despierto y yo le dije que no, que unos minutos nada más.
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Las páginas que dejamos en blanco
Teen Fiction¡Ganadora de los Wattys 2023 y el Premio de Entretenimiento de Wattpad-Webtoon Studios! Por fin ha llegado el día. Cansado de una existencia llena de abuso, Illya ha decidido morir tan pronto como caiga la noche, y de entre todos los sitios posibles...