24. Púas en la lengua.

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¡Hola mis bonitos lectores! Finalmente, luego de esos capítulos que han estado bastante fuertes porque ha sido golpe tras golpe tras golpe, hemos llegado a los capítulos para digerir bien todo esto e ir cerrando antes del golpe final (ya me conocen, ¿para qué?). Espero que estén teniendo unas muy lindas fiestas, gracias por tanto cariño este año y en esta dinamica.

El capítulo ha sido escrito para esta maravillosa mujer, esa fue mi otra razón para hacer hoy la actualización doble, quería alcanzar a dartelo antes de navidad, MrGako, me apoyas en literalmente cada fic que saco, te amo, te amo y agradezco tanto que no te lo puedo expresar, este no es el capítulo que esta originalmente dirigido a ti, hay algo mucho más dulce esperandote, así que espera otra dedicatoria más adelante.

¡Ojala les guste!

—Los cachorros están bien

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—Los cachorros están bien.

Deja caer esas palabras en medio de la consulta, parecía poseer la lengua repleta de concreto antes de pronunciarlas, la sentía entumecida e hinchada, casi como si fuese un bloque inmutable de plomo u otra especie de material de construcción, sabe que la sensación es visceralmente familiar, arrancó aquel trozo de memoria policromático de una infancia quebrada, siente como si hubiese entrado de nuevo a la cabaña del entrenador, esta vez no es el niño aterrorizado sobre sábanas ensangrentadas, ahora es un adulto capaz de defenderse y no solo eso, de defender a quienes ama.

Pero sigue siendo difícil ¿saben? El cambio es un concepto curioso, los seres humanos luchamos con fuerza para desaprender hábitos nocivos, comportamientos que ya no sirven: la hiperalerta, aquella capa de negativismo que hacía de domo para su propia rosa o incluso el trastorno alimentario, cosas que interfieren con la calidad de vida actual pero en un momento no tan lejano, fueron a favor de una supervivencia animal.

Aslan sabe que el mundo no está repleto de pedófilos en su mayoría, que es imposible, casi delirante esa idea de salvaguardar a sus hijos de toda la maldad, guardándolos en una cajita para impedir que algo terrible les pase, Eiji tiene razón, el sufrimiento es necesario para que se levanten, les dolerá a ambos además de sus pequeños, porque para ningún padre le es rico ver a sus crías perecer (supone la existencia de excepciones como Jim), sin embargo, lo comprende y acepta.

Aceptación radical.

Ese es otro pilar de su terapia.

Hay cosas que simplemente no se logran controlar, así como él no sabía que Griff quedaría jodido al irse a la guerra o que el entrenador lo miraba con lujuria o que acabaría aún más atrapado al huir de la casa de su tía, no pudo predecirlo. Y si bien, absolutamente nada de eso es su culpa al haber sido un niño (no tenía ni debería andar preocupado de abuso o negligencia), es su responsabilidad el poder arreglarlo ahora.

«Puede que los pacientes no hayan causado todos sus problemas, pero tienen que resolverlos de todos modos».

La bendita regla tiene razón, la ha repasado varias veces y la ha llevado a diferentes situaciones, Eiji y esa constante inseguridad e invalidación contra la que lucha, incluso terapiado le cuesta vislumbrar que tiene compañía y es amado, debió pasar una infancia bastante estricta y...Solitaria para jurarlo. Shorter es otro caso, quedó atrapado en las pandillas para proteger a su hermana mayor, Sing es un cachorro aún y se encuentra asido en este mundo de violencia, Skipper no tuvo más opción, esa lista no impresiona tener final, no cree que alguien sea completamente culpable de sus dificultades, pero sí de resolverlas.

Release the bunny [Omegacember]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora