30. Impregnación de aroma.

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Hi~ Tengo que hacerles una pequeña pregunta al final del capítulo, ojala la respondan para estar segura, pero fuera de eso, ya se nos acaba el fic mañana, ha sido un largo proceso en esta trama, a veces releo los primeros capítulo y igual es brigida la brecha, pero han pasado 30 capítulos es justificable.

¡Espero que les guste!

Aslan arroja un gruñido frustrado al aire, el nido repleto de sus prendas cae desde la cama hasta sus tobillos, escondiendo esas fabulosas converse rojas con chaquetas de mezclilla viejas y camisas que le quedan grandes del vientre (Eiji ha robado...

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Aslan arroja un gruñido frustrado al aire, el nido repleto de sus prendas cae desde la cama hasta sus tobillos, escondiendo esas fabulosas converse rojas con chaquetas de mezclilla viejas y camisas que le quedan grandes del vientre (Eiji ha robado su ropa en el embarazo, pero vamos, se ve adorable y le encanta el gesto), los jeans parecen ser lo único que está bien, son los menos rasgados que posee, los demás se hallan al punto del desgaste o se encuentran arreglados por unos horripilantes parches de Nori Nori que francamente le generan pesadillas.

—Mierda. —Gruñe por segunda vez, intentando arrastrar sus zapatillas hacia el espejo del baño, es una lucha en vano y lo sabe, no logra moverse más de dos centímetros al estar ahogado en su nido.

Esto es un desastre.

Un chillido de frustración retiembla contra lo más profundo de su garganta, como cristal fino se abre paso entre sus cuerdas vocales, consiguiendo que un sonido áspero escape. Al final, se ha resignado a usar un atuendo semi formal, jeans acompañados de un cuello alto que resalta su palidez angelical y una chaqueta de vestir beige, se mira bien, de todas maneras no le importa, sí, le da absolutamente lo mismo cómo se vea en esta cena con Jim.

¿Por qué diablos tendría que impresionar al viejo?

Supone que si vino hasta Nueva York lo mínimo que puede hacer es verse bien mientras le destroza el corazón.

Papá de mierda.

—¿Aslan? —Su nombre pende adormilado en el aire, le fascina que Eiji lo pronuncie de esa forma, tan salpicado por el japonés con el significado ininteligible, cree que es algo que el inglés tosco jamás podrá imitar ni ningún otro idioma siendo sincero—. ¿Qué ocurre?

—No tengo nada que ponerme. —Suena como una colegiala—. Griff me dijo que la cena era formal y nada me queda bien.

—Oh, cariño.

Entonces, su silueta se hace presente dentro del cuarto y a Ash le dejan de importar esas simplezas, porque su omega le ha robado otra de sus camisetas para usarla, abultándose tenuemente sobre su vientre, resaltando el lienzo bronceado que es su piel con el celeste del algodón, haciéndolo lucir un millón de veces más suave y lindo, incluso se le ha arremolinado en la parte trasera para darle cabida a su pompón negro. El alfa no lo duda, va hacia él, acomodando sus palmas en su cintura, ganándose uno de esos tentadores y arrebatadores sonrojos de su sol.

Huele a felicidad.

Le ha impregnado su aroma.

Eiji se avergüenza de su silueta a causa del embarazo, es lo normal, piensa, han comenzado a brotar estrías a pesar de que se mantiene activo con el deporte y aunque su vientre no ha crecido de forma exuberante comparado a otros embarazos, sus cachorros han hecho desaparecer sus abdominales, es importante hacerlo sentir amado, deseado y hermoso durante cada instante que respire, así que eso hace, plantándole no uno, sino una galaxia entera de besos entre las mejillas.

Release the bunny [Omegacember]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora