𝐕𝐈𝐀𝐉𝐄 𝐈𝐍𝐄𝐒𝐏𝐄𝐑𝐀𝐃𝐎 (ʟᴜɪᴍᴇʟɪᴀ, ᴇsᴘᴇᴄɪᴀʟ ɴᴀᴠɪᴅᴇɴ̃ᴏ)

Capítulo 7. Viaje

Amelia y Luisita amarraron el árbol de pino encima del coche plomo, habían decidido que Amelia se encargaría de alquilar un coche en cuanto consiguieran el otro pino.

—No lo sé Amelia ¿estás segura que lo hemos amarrado bien? —Preguntó haciendo fuerza en los nudos para más seguridad y cubriéndolo con un plástico grueso —Si se nos cae, se va a estropear y alguna de las dos terminará con un pino torcido por la mitad

—Mira nomas, ya no se ve tan mal el pino raquítico que nos presentaron en el vivero

—Buah —Resopló Luisita limpiándose la nieva de las manos —Ese no lo compraba ni, aunque fuera el último que quedaba

—¿Lista? —Preguntó Amelia con una sonrisa que contagio a Luisita completamente

—¡Mas que lista!

La nieve cubrió todo a su paso, pero, aunque pareciera imposible transportarse, Amelia logró avanzar sin problema, Luisita debió reconocer que la morena era una excelente conductora. La conversación que tuvo con ella la noche anterior, le hizo ver el día de distinta forma y empezó a enfocarse en los pequeños detalles que tenía en el día. Mientras el camino se expandía en el horizonte, las conversaciones entre ellas también empezaron a fluir.

—.... asique cada navidad me encargo de llevar el árbol para armarlo con mi madre —Contaba Amelia mirando en la carretera

—Lamento que tu padre haya fallecido este año —Respondió Luisita muy angustiada sin dejar de verla

—No tienes de qué preocuparte, mi padre ya había vivido una larga vida y feliz junto a mi madre, él sentía que se estaba yendo agradecido de todo lo que tenía.

—Es bueno saber eso

—Lo es —Dijo dejando una gran sonrisa con los ojos achinados mostrando sus largas pestañas bailar entre ellas

Es muy guapa, pensó Luisita

—Ahora cuéntame tú, ¿por qué enloqueciste con el árbol?

—¡Oye! No enloquecí —Dijo y Amelia puso una mueca graciosa de no estar de acuerdo con ella — Es solo que las navidades me ponen muy nerviosa. Le prometí a mis hermanas de llevar el árbol este año. Es una tradición familiar y a Catalina, mi hermana pequeña, le toca colocar la estrella en la punta del árbol

—¿Y cómo están saliendo tus planes hasta ahora?

—De ninguna manera están saliendo como lo esperaba —Dijo de manera decepcionada —Pero eso no quiere decir que no esté yendo bien... —Volvió a cambiar su voz por una más baja y pausada

¿Acabo de coquetearle?, se preguntó Luisita inconscientemente. Amelia había dejado de mirar la carretera y mantuvo su mirada en la de ella con los labios entreabiertos. ¡Dios! realmente era muy guapa.

De repente el rebote de las llantas del coche las puso en alerta, Amelia trató de estabilizar rápidamente el coche que empezó a patinar entre la carretera y Luisita se agarró fuertemente de los lados

—¡AHHH! —Luisita escucho muy dentro suyo el grito que se le quedaba casi en la garganta hasta que el coche se detuvo —¡Amelia!

—¡Mierda! —Reacciona Amelia ante el susto

—¡¿Hemos matado a alguien?!

—Por dios, ¡qué dices, Luisita!

—SIENTO QUE HEMOS PASADO SOBRE ALGO

—Ha sido una piedra, estoy segura

—¡¿Qué tan segura?!

—Eh...

—¡Amelia!

—¡Por dios que no haya sido un perro!

Casi de un salto ambas salieron del coche a paso apresurado, un montículo de algo desconocido se veía a lo lejos, el alto de la nieve les hizo caminar con cautela hasta acercarse a ello

—¡Oh por dios! —Hizo un grito ahogado la rubia —¡Lo sabía!

—Madre mía

—¿Está muerto?

Amelia se arrodillo a observarlo y luego levanto la vista para darle la confirmación

—¡AMELIA HEMOS MATADO UNA ARDILLA!

—Joder...

—Definitivamente odio la navidad

Una pequeña pausa en el largo camino de Luisita y Amelia, interrumpida por la muerte de un pequeño animal y por consecuencia un pequeño funeral también. Una vez terminado con lo ocurrido volvieron a su camino con la consciencia más tranquila.

Pero desde que Amelia había tomado la mano de Luisita en el entierro del susodicho, de alguna manera sentía la necesidad de nunca más soltarlo.