Cap. 37 "Cuando cae la noche"

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Con la respiración errática el príncipe paseó sus manos del vientre de la duquesa hasta su espalda baja, para luego bajar a su trasero y apretarlo fuertemente arrancándole otro gemido a la duquesa. Sin pensarlo mucho, cargo a la ojigris haciendo que esta enrollara las piernas en su cintura, provocando así que sus partes chocaran y con ello arrancándole un gemido a ambos.

Annabeth besaba con desespero al azabache, como si ese te fuera el oxígeno que ella necesitara para respirar, lo besaba sin pudor, acariciando el cuello de este con sus dedos, y moviendo la cadera para estimular aún más sus partes arrancándole gruñidos de placer a su príncipe. Sintió como él la deposito en la cama, mientras él se acomodaba arriba de ella.

Se separaron un momento a tomar aire, y ambos aprovecharon para verse el uno al otro, observando sus labios rojos e hinchados por esos apasionados besos, sus respiraciones aceleradas por la falta de oxígeno, el rubor en sus mejillas por la pasión que derrochaban; ambos sintieron orgullo al pensar que estaban así gracias al otro.

Sin pensarlo más se volvieron a besar, como si ni lo hubieran hecho en años, como si eso dependiera de sus vidas.

El ojiverde agarró de las caderas a su rubia miel para pegarla a él, haciendo que ella sintiera eso de él; mientras que ella empezó a mover sus caderas automáticamente para ver si eso aliviaba el delicioso dolor que se instaba en su parte íntima, haciendo que el principié se volviera loco de placer.

Empezó a bajar sus besos por el cuello de la Annabeth, lamía, mordía, chupaba y besaba el cuello de esta, haciendo que dejara futuras marcas en el cuello de ella, al pensar eso no le pareció mala idea, porque así todos sabían que ella era suya.

La rubia duquesa se retorcía de placer bajo los cálidos y estimulantes besos de su príncipe con ojos color verde-mar, que esperaba a desabrochar y bajar por fin la cremallera del vestido que usaba, deslizándola sobre su suave piel, esa piel que el joven quería recorrer con su lengua, llenarla de besos y de sus marcas.

Al sacar por completo su vestido, el ojiverde pudo sentir que había algo más que impedía el contacto con sus deliciosos pechos y abdomen.

Saco la cabeza del cuello de la duquesa para observar un molesto corset de busto medio, el cual no dejaba que él pudiera acariciar los pechos de su hermosa dama.

— ¿Como carajos se quita esto? — preguntó molesto al tratar de desabrochar la molesta prenda. Un gruñido de frustración salió de su garganta al no poder quitar esa porquería que le impedía el tan anhelado contacto con su rubia.

— Solo tienes que desabrocharlo con cuidado y bajar la cremallera — dejó la palabra en el aire al sentir como Percy desgarraba con fuerza la parte trasera del corset, rompiendo con este la cremallera y broches de la molesta prenda.

— No aguantó más, no tengo tiempo para esta mierda —, sin dejarla decir nada más arrojo lo que quedaba del corset y se apresuró a meter uno de los pechos de su duquesa a su boca.

Annabeth no podía estar más excitada, sentía cómo la cálida y húmeda lengua de su pareja acariciaba con agilidad su peson, arrancándole varios gemidos haciendo nada más que incentivarlo a seguir haciendo eso. Mientras con su mano acariciaba el otro peson para darle un poco de su atención.

Luego de unos minutos se metió el otro a su boca, para hacerlo lo mismo que con el otro, saborear, lamer, chupar y morder. Haciendo que descargas de placer bajaran a su siguiente parada, su empapado coño.

Bajo sus besos húmedos de sus pechos a su vientre, para luego bajar rápidamente su ropa interior, dejándola así desnuda a su merced.

— Si.. no quieres seguir, de verdad, de verdad me lo tienes que decir ahora mismo Listilla, porque créeme que si sigo con esto, no pararé hasta estar dentro te di, penetrandote fuertemente, hasta que grites mi nombres, te retuerzas de placer y me pidas que te haga tener un orgasmo que nunca olvidarás, un orgasmo que hará que nunca me olvides y que nunca te deje desear estar con otro que no sea yo —dijo el atractivo príncipe ojiverde viéndola directamente a los ojos, observando como sus pupilar se dilataban al imaginarse esas escenas.

¿Duquesa o Reina? [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora