XXI

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Zoe

No lo recuerdo.

De hecho sí, vive en mi memoria, en mi subconsciente.

Sólo qué no he sentido esa sensación en un muy largo tiempo que olvidé lo que se siente.

Paz.

Huí tantas veces de mi casa para mentirme a mí misma sobre una falsa tranquilidad en la soledad de un parque o de dónde fuese, aún sabiendo que en mí mente se rebobinaba todo el tiempo la imagen de mi mamá y papá discutiendo de forma intensa nuevamente, y que al volver a mí hogar la cosa seguiría igual de tensa, en silencio, pero tensa.

Ese era mi pasado y gran parte de mi presente; discusiones, huir, volver y vuelta a empezar.

Ahora está la otra parte de la historia. En la que me encuentro en completa serenidad acostada al lado de Jimin, mi brazo enredado en su abdomen y mi cabeza descansando en su pecho. Una de sus manos acaricia mi mano entrelazando sus dedos con los míos y la otra juega con mi cabello.

“Debes irte ahora, ya está de más aclarar que es tarde” murmura la voz de mi cabeza, haciéndome pensar en miles de cosas a la vez.

“Quedate un poco más, lo mereces después de soportar tanto” réplica mi corazón.

—¿Sabes? Cuando era niña mi mamá y yo visitábamos un gran campo de girasoles que quedaba a unos minutos de mi casa. Me gustaba pasar horas ahí, correr por el basto y amplió lugar hasta que el sol comenzaba a esconderse y era la hora de irse. Recuerdo que mí papá iba a ese lugar por pura inercia al no encontrar a ninguna de las dos en casa, entonces yo me escondía entre todos los girasoles para así jugar a que el me encontrara, y cuando lo hacía el me cargaba en sus brazos para luego besar mis mejillas. Los tres sonreímos de manera alegre y genuina. Mis ojos comenzaban a cerrarse lentamente y entonces era la hora de irnos, mi papá me cargaba en sus brazos hasta subirme al auto en donde me quedaba profundamente dormida. Al llegar a mi casa había dos opciones; me cargaban hasta mi habitación en donde me dejaban en mi cama durmiendo con total tranquilidad hasta el otro día, o me despertaban para disgustar helado que mí papá compró de camino de vuelta del trabajo. Cualquiera de las dos opciones era completamente perfecta.

—Un recuerdo muy hermoso—respondió peinando un mechón de mí cabello a un costado, se inclinó hacia mí y me besó— Tu rostro se tiñe de emoción con cada palabra que dices, como si estuvieras viajando a ese lugar en tu mente— agregó.

—Lo hago. Cada vez que puedo cierro mis ojos y vuelvo a esos momentos de mi niñez en donde solo veía alegría y felicidad a mi al rededor.

Miro directamente a los ojos de Jimin mientras acaricio los bordes de su barbilla seguido de rodear el contorno de sus labios, sonríe de manera tierna y siento como si todas las presiones con las que estuve cargando comienzan a desaparecer, dejándome sólo con la imagen que tengo en frente.

—¿En qué momento cambian tanto las cosas, Jimin? ¿Porqué todo no puede quedarse tal y como está para siempre?— pregunté preocupada.

El nota eso y su sonrisa se desdibuja lentamente, analiza mi rostro con detenimiento y lleva una de sus manos a mí cintura.

—Porque las cosas deben empeorar para que puedan mejorar. La vida no es color de rosa, y tú lo sabes, es de un color gris intenso, abundan más momentos tristes que momentos buenos, pero si quieres encontrarle algo positivo a eso, son esas cosas las que te preparan para la vida— respondió con seguridad en sus palabras, sin apartar sus ojos de los míos.

Obsession | Park Jimin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora