VI

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•Zoe•

Puede verme como un amigo, señorita Barton

¿Debía mentirme a mí misma y actuar como que no sabía a qué se refería con eso? ¿Realmente fue capaz de creer que no iba a darme cuenta de a donde quería llegar? Su jugada quedó descubierta en cuanto su mano se aferró a mi brazo impidiendo que me fuera de ahí.

Al principio creí que su preocupación fue sincera, el típico llamado de atención por parte del profesor cuando nota actitudes que no son acorde al reglamento, pero sincera al fin y al cabo.

Mentí respecto a que no era consciente de mis propios cambios de actitud puesto que no quería generarle dolores de cabeza, pero no mentí en que él no podía ayudarme en nada. Más allá de sus dobles intensiones, mis problemas estaban muy lejos de solucionarse por mucho que se esforzara en intentarlo para recibir cierta recompensa.

Mis cambios de humor constantes se debían a lo que sucedía entre las paredes de mi hogar, si quería mejorar esa parte que está a la vista de todos y salir al mundo con una sonrisa en los labios como solía hacerlo alguna vez primero debía solucionar los problemas allí adentro.

Ningún director, terapeuta y mucho menos un profesor que solo quería lo que había debajo de mi uniforme iba a lograr eso. Lo único que podía solucionar tal cosa era la orden de un juez o abogados sentenciando un divorcio y que parte le toca a cada uno, pero dudo que eso pase pronto.

La casa, una gran suma de dinero, mi custodia; había mucho que perder por parte de ambos y ninguno quería eso, porque la ambición puede más que la felicidad y la tranquilidad, o al menos así lo veían ellos.

Tengo que admitir que la jugada del profesor Park fue ingeniosa, si hubiera sido la Zoe de quince años apenas afrotando toda la situación que estaba viviendo y cargando con todo ese peso no dudaría en caer rendida a sus brazos mientras ahogaba un llanto en su blanca camisa buscando consuelo en alguien más y al final del día su plan hubiera sido éxito.

En aquellos años sabía disfrazar muy bien lo destruida que estaba, sabía sonreír y fingir que nada malo pasaba. Los profesores y directivos "notaban" que algo andaba mal en cuanto mis calificaciones bajaban mínimamente, pero les bastaba con un “estoy bien, nada malo me sucede” y que mis notas levanten nuevamente para que esas preocupaciones se esfumara como el humo de mi cigarrillo con el viento.

Sunny y Abby eran las únicas que se preocuparon desde el minuto cero en cuanto notaron mis sonrisas forzadas o como solía distraerme con facilidad por no poder pensar en otra cosa que no sea mis padres discutiendo intensamente. Pero tres adolescentes de quince años no podían resolver un tema tan complicado como aún lo sigue siendo.

No deseaba ni podía hablar de eso más que con ellas dos, mi rabia, mi dolor y mis lágrimas desaparecían cuando ambas me envolvían en sus brazos prometiendo que todo iba a estar bien, que todo iba a mejorar.

Pero...

¿Pero que tal si por primera vez hago una excepción? ¿Porqué no dejar que crea que supo dar en el clavo respecto a mí lado sensible?.

No podía mentirme a mí misma con respecto a que no me había dado cuenta de las intenciones del profesor Park. Pero tampoco podía hacerlo en no admitir ese tipo tenía un don para alborotar todas y cada una de mis hormonas con su sola viril presencia.

Park Jimin fue astuto, no iba a ser directo en cuanto a sus intenciones de querer llevarme a la habitación de un hotel. Porque aunque fuera sumamente guapo, si yo lo hubiera querido lo podría haber dejado sin trabajo no solo de esta escuela sino de todas y cada una de ellas.

Obsession | Park Jimin |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora