18. Las dos caras de la moneda, siempre tienen versiones diferentes

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18. Las dos caras de la moneda, siempre tienen versiones diferentes


La energía siniestra que emana de su voz me hace salir del escondite. No es que quiera morir, pero su melodiosa voz provoca una sensación de relajación en mí, como si nada fuera a estar mal aunque sé que todo está mal.

—Puedo escuchar tu corazón latir tan deprisa que se me hace agua la boca.

La ropa andrajosa no luce mal en ella, hasta podrías pensar que es la nueva moda. Sus ojos negros invaden a los cafés que vi hace unas cuantas horas.

¿Cómo pudo salir del hospital sin que Vernon y los demás se dieran cuenta?

—Kenya no...

Suelta una risa escandalosa que me hace dar un paso atrás. Mueve la mano en el aire y la iluminación de unas velas, esparcidas por la cueva se encienden como por arte de magia.

Ahora puedo ver con claridad todo lo que me rodea, y cuando volteo hacia el camino en el que estaba me llevó una mano a la boca.

Lo que está pegado a las paredes de piedras son cientos y cientos de cuerpos de personas en descomposición, el olor me golpea en la nariz tan fuerte que las náuseas son intensas.

—Conociste a Kenya. Fingiré que estoy impresionada por ese descubrimiento. —Regreso la atención hacia su rostro pálido y los ojos negros—. No han sido muy sutiles en el hospital cuando dejé... indispuestos a esos tres muchachos que me seguían como perritos sin dueño.

Oh, no. Vernon.

Miro hacia los lados, pensando en crear una ruta de escape. Un camino tras la espalda de la dama tapada es la única forma de huir.

—¿Por qué hablas de ti misma en tercera persona? —pregunto cuando recupero la voz—. Y, ¿cómo sabes mi nombre?

—Kenya y yo no... —chasquea la lengua— somos la misma persona. Y tú, y quién debo insinuar, tu hermano, huelen de una manera tan divina. ¿Sabes qué cada tipo de sangre huele de una manera diferente? Es como en una dulcería, los chocolates nunca van a oler de la misma forma que las gomitas. —Olfatea en el aire sacando, por primera vez, los colmillos—. AB negativo. Ustedes son tan difíciles de conseguir, solo que, tienes algo más. No sé qué es.

Doy un paso atrás, asustada de que pueda saber mi tipo de sangre con solo olfatear el aire. Siento lo caliente de la sangre brotar de mi brazo y caer hasta mi mano.

Aprieto las manos, sintiendo algo duro y frío en mi mano sana.

La dama se acerca tan rápido que solo veo una forma distorsionada y su rostro se queda unos centímetros más arriba que yo. Sonríe enseñando sus dientes.

—Solo una probadita. He estado ansiando esto...

Aprieto el gatillo y ella retrocede.

La pistola en mi mano tiembla, pero la vuelvo a apuntar hacia ella y presiono el gatillo todas las veces que puedo hasta que ninguna bala sale.

La dama tiene un rostro confundido y a la vez contorsionado por el dolor, mi audacia la ha tomado desprevenida. Cuatro agujeros están saliendo humo de su pecho.

—Ayahuasca —gime.

Sus dedos palmean las heridas queriendo sacarse las balas. Introduce los dedos por el agujero que le he dejado y aprovecho el momento para huir.

Paso por su lado dejando que siga intentando liberarse del dolor tortuoso de las balas bañadas en ayahuasca.

Corro por el túnel hasta que se forma una bifurcación. Un grito de guerra se escucha a mi espalda y decido ir por la derecha sin pensarlo más tiempo.

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