36. Siempre estás a tiempo para el cambio y para correr

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36. Siempre estás a tiempo para el cambio y para correr

Dos vampiros hombres y cuatro mujeres, nos miran confundidos. 

Como si unos conejos hubieran entrado a la jaula del león sin avisar. 

Puedo escuchar el palpitar de mi corazón en las orejas, un aviso del temor.

—Akseli Vasile III Stan, ¿cuál es tú presencia en esta corte y por qué has traído contigo a humanos? —El hombre de cabello blanco olfatea el aire y frunce la nariz—. Y una häxan.

No puedo dejar de ver hacia los seis vampiros que están sentados en unos tronos dorados que brillan hacia la luz intensa que invade desde la cúpula de vidrio. 

Tienen capas, ¡capas!, que se arrastran por el piso más reluciente y blanco que he pisado jamás. 

Solo hay un asiento vacío que atrae a mis ojos, preguntando por el líder que falta. 

—Nos equivocamos de camino, estábamos buscando el baño —dice con voz dura hacia el hombre de cabello blanco que no parece llegar ni a los cuarenta. 

—No entiendo porque crees que nos vamos a creer esta insensatez de tu parte. —Otro vampiro varón vocifera desde una de las sillas haciendo el cuerpo hacia adelante—. ¿Qué es lo que buscas? A parte de hacer quedar mal a nuestro apellido. 

—Querido padre —responde Akseli casi escupiendo la última palabra— el hecho de que me hayas convertido en esto, no nos vuelve una familia. 

Los ojos negros del hombre no me dejan percibir la similitud que tenga con Akseli, a parte de su piel blanca no encuentro más parecidos. 

Abro la boca estupefacta de que pueda hablarle así, frente a todos, de ese modo tan grosero. 

El padre de Akseli piensa lo mismo que yo porque sus dientes filosos salen a relucir y me hace retroceder, espantada de que pueda arremeter contra nosotros por la culpa de su hijo. 

Los otros vampiros tienen rostros estoicos como si estuvieran acostumbrados a este tipo de espectáculo. 

Una mujer que se entretiene con su capa rojiza del mismo tono que la sangre hace un ademán y unas garras suenan contra el piso. 

Una bestia sin ojos, con pelaje blanco como la nieve y extremidades alargadas, se acerca hasta la mujer como un perro fiel y se deja acariciar por la mujer. 

Parece que la bestia hubiese sido un hombre, tiene la contextura de un ser humano, solo que ha sufrido deformidades o le hicieron algo para estar de ese modo. 

—Akseli deja de jugar con tu padre y dinos lo que haces aquí. 

La mujer sigue acariciando a la bestia que mide mucho más que una persona promedio. 

—Estoy aquí por equivocación, soy malo con los mapas. —Señala hacia la bestia—. Veo que aún sigues coleccionando esas criaturas. 

—Lo hago cuando estoy aburrida, que es casi siempre. Radu es un gran forjador. 

Un chico que simula mi edad está parado en una esquina, en silencio, y sólo inclina la cabeza cuando pronuncian su nombre. 

Tiene un hacha con un diseño muy diferente a lo normal, que adorna su cintura. Su ropa negra hace juego con su cabello casi al ras. 

—Radu, veo que aún sigues con la lengua trabada. 

—Prefiero prefiero quedarme callado a decir estupideces como tú —contraataca con voz gruesa y fuerte. 

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