Nada cambia

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Sentado en el tapete de la sala con sus pocos juguetes alrededor, un niño de tan sólo 5 años jugaba tranquilamente mientras miraba como su madre lo observaba con una sonrisa; siempre le gustó la sonrisa de su madre, lo hacía sentir tranquilo, seguro y feliz.

Pero toda esa paz y armonía que se sentía en la casa, se esfumó cuando escuchó como la puerta era abierta, y por ella ingresó aquél hombre.

Ya todo iba comenzar....

En eso sintió como su madre lo tomó de la mano con una velocidad envidiable, para luego esconderlo en la alacena de la cocina.

- Quédate aquí, por lo que más quieras no salgas, oigas lo que oigas no lo hagas ¿Okey?- asintió asustado al saber lo que pasaría a continuación- Eres muy valiente, Te amo- dejando un pequeño beso en su frente, cerró las puertas dejando aquél rubio en la oscuridad del lugar.

Gritos, cristales rompiéndose, insultos hacia su persona, eso y más eran unos de los tantos ruidos que llegaban a sus oídos. La sala y cocina no tenían muchos metros de diferencia así que podía escuchar y ver todo perfectamente, entonces así pudo ver por el rabillo de la puerta lo que marcaría su vida para siempre...

Como era costumbre todas las noches, nuevamente se levantó temblando mientras pequeñas gotas de sudor desprendían de su frente.

¡Joder, no de nuevo!

Era demasiado ingenuo, pensó que al estar concentrado con la misión se irían las pesadillas por el momento, pero que equivocado estaba, estás nunca lo abandonaron, desde que llegó a la cabaña donde se escondía, diario las tuvo, no había día que lo dejaran descansar.

Tomando un suspiro, caminó al pequeño baño de la habitación para enjuagar su cara, y así tratar de despejar las imágenes que rondaban por su mente.

- ¡Basta!- gritó eufórico al ver como las imágenes pero ahora acompañadas con las voces de su madre y padre no se detenían, en todo caso se hacían cada vez más fuertes.

«Maldito inútil, Niño idiota, Ya me tienes harto, No llores los hombres no lloran, Eres un maricon que no sabe defenderse, Eres un bueno para nada, Ya muérete nos harías un favor, Sólo viniste a empeorar mi vida, ¿Por qué no eres normal como los demás?.»

Esos eran uno de los tantos gritos e insultos que su mente repetía como un disco, pero lo que más le dolía es que ahora podía escucharlos de la voz de su madre.

- ¡¡¡YA BASTA!!!- con sus ojos cerrados gritó con todas sus fuerzas mientras apretaba el lavabo de mármol hasta el punto de que sus nudillos blanquearon.

- Lo siento Capitán, no era mi intención molestarlo- dijo con vergüenza y un deje de miedo la persona.

Al oír aquella voz, el rubio abrió los ojos y volteó su rostro hacia la izquierda donde pudo apreciar a uno de los agentes de S.H.I.E.L.D. parado fuera del baño. ¿En qué momento había entrado?.

- ¿Dijiste algo antes de esto?- preguntó refiriéndose a la disculpa que le proporcionó éste.

- Le estaba informando acerca de la misión- contestó nervioso.

Entonces el rubio entendió, el agente pensó que le había gritado a él por eso sus disculpas.

- No fue mi intención meterme sin su permiso, es sólo que estuve llamando a la puerta por un rato pero no recibí respuesta alguna, así que me metí para verificar si se encontraba o no, en verdad lo siento Capitán- explicó avergonzado, se sentía un idiota, ¿Qué demonios pasaba por su mente que decidió meterse al refugio del Capitán América sin su autorización?, se supone que debe mantenerle respeto a su líder.

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