Inicios

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El corazón de una Cullen

Capítulo XXVIII

Inicios

Aunque el bullicio al exterior estaba al tope, fruto de un lunes bastante activo de estudiantes que se preparaban para arrancar su día escolar, Alexander estaba concentrado en embonar las piezas de la base de la cama que él y Gabriela habían roto hacía un rato tras una larga jornada de sexo.

Recordarlo le sacaba una sonrisa, aunque no comparada con la que se le formaba al pensar en el porvenir luego de haber hablado por fin las cosas. Justo en aquel momento ella tomaba una ducha pues ya iba tarde a un par de clases vespertinas a las que se negaba a faltar, por haber perdido las de la mañana, y él, bueno, él trataba de darle calma a su ser por la emoción que crecía en su pecho.

No había pasado una hora de haberse separado de la cama que ahora trataba de componer y ya deseaba tenerla entre sus brazos nuevamente cual adicto. Anhelaba sus labios, su piel y toda ella, temblando de placer y deseándolo. Por ello, dejando de lado su tarea de componer una base evidentemente estropeada, se puso de pie dispuesto a unírsele a ella en la ducha.

Sin camisa y a punto de quitarse los pantaloncillos tocaron a la puerta. Gabriela en aquel momento tarareaba algo que sonaba en la radio que había puesto, por lo que un tanto apresurado por deshacerse del huésped que le había privado de su objetivo, abrió para ver de quién se trataba.

La vista que debió de haber dado habrían dejado postrada a más de alguna chica por cómo es que éste se encontraba sin camisa, no obstante, la reacción que recibió fue de total y completa turbación del joven castaño parado frente a la puerta.

Alexander repasó al chico y lo primero que llamó su atención fue la sonrisa en su rostro a medio crear y congelada por el asombro de verlo a él y no a Gabriela. Era evidente que verlo ahí, con escasas ropas, debió darle una idea total de lo que ocurría, no obstante, el palpitar de su corazón le indicó nerviosismo.

-¿Sí? ¿En qué puedo ayudarte? –Repuso Alexander tranquilo, con su toque de voz encantador y con una sonrisa para hacerlo entrar en confianza.

Solo así el sujeto pareció calmarse pues se vio obligado a parpadear y aclararse la garganta para tomar valor.

-Sí... ¿está Gabriela? No la vi hoy en clases y acordamos ponernos de acuerdo para el fin de semana a una tertulia... Soy Arthur.

Aunque se dio una idea de quién se trataba, Alexander permaneció con aquella misma actitud para no turbar al chico que ahora parecía más decepcionado.

-Justo ahora toma una ducha porque va tarde a clases –apuntó a su espalda, logrando que Arthur despegara los ojos de él y viera para atrás, como si en aquel gesto Gabriela fuera a aparecer-. Podría decirle que viniste o que la buscarás más tarde.

-S... sí, gracias. Después la busco.

Sin saber qué más hacer o decir, Arthur le dedicó otra considerable mirada y turbado se perdió en el pasillo de estudiantes. Vio cómo un par de chicas desviaron la mirada para con él y su torso desnudo, sin embargo, poca atención prestó ya que Gabriela en aquel momento salía del baño.

-Arthur, me imagino –dijo al tiempo en que éste cerraba la puerta.

-Él mismo. Me parece que Antonio lo nombró una vez en la boda, supongo que en un intento de darme celos –sonrió.

-¿Y funcionó acaso?

-Debo admitir que un poco –soltó avergonzado para atraerla a él por la cintura y besarla-. Arthur se veía turbado.

El corazón de una CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora