Obsequios

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El corazón de una Cullen

Capítulo XXIV

Obsequios

Regresar a la casa, ya entrada la mañana, significó caos que no preví en vista de que Alice había estado tratando de contactarme sin mucho éxito, desde que me había escapado de la maratón de películas. Y es que, no fue hasta que bajé de las montañas, cuando al celular me comenzaron a llegar las notificaciones de las decenas de mensajes y llamadas perdidas que tenía.

Para antes de que se preocupara o armara un escándalo, lo único que atiné a hacer fue el regresarle la llamada antes de que enloqueciera. Ciertamente me encontraba tranquila, pues la jornada de dibujo había significado realmente productiva.

El teléfono no sonó ni dos veces.

-Alice, más vale que alguien haya muerto para tener tanta insistencia tuya.

-¡¿En dónde carajos estás?! ¡Llevo toda la mañana tratando de contactarte!

-Aquí estoy –reí divertida.

-No es gracioso, creí que te habrías...

-¿Largado? Vamos, me ofendes hermana. Anoche le dije si mal no recuerdo a Jasper, Benjamín, Tia y Alexander que me iría a caminar y quizá a dibujar.

-Pues sí, pero como tu celular estaba apagado...

-Fuera del área de servicio más bien. Me lancé a las montañas y traigo unos estupendos bocetos –la oí titubear, era obvio que estaba con alguien más-. ¿Antonio ya me vio?

Pregunté, adivinando que quizá mi amigo se encontraba por ahí. Si bien Alice era buena viendo el futuro a través de las decisiones de la gente, Antonio era más exacto cuando se lo proponía tomando en cuenta que también era capaz de ver sucesos pasados inmediatos de las personas.

-La fama te precede –en esta ocasión el aludido me habló-. Por acá más de alguno te creyó en Suiza o algo así; ya sabes, sacaste más de un susto de muerte –rio- Excelente vista la que te conseguiste.

-¿Verdad que sí? –Repuse sonriente-. Me llevo un chorro de material para mis pinturas.

-Arthur te pidió algunos bocetos ¿no? Sé que lo hizo más por tener otro pretexto para verte e invitarte a salir, pero tengo entendido que también dibuja.

Me aguanté la carcajada al ver lo que trataba de hacer. Quizá Alexander se encontraba cerca, y éste solo trataba de hacerlo sentir celoso con el chico de la universidad con quien había tenido ya un par de citas.

-Espera ¿quién es Arthur? –Escuché a Alice preguntar.

-Llevo buen material para mis pinturas por si pretendo no regresar en otros diez años –bromeé, provocando la carcajada socarrona de Antonio que tanto conocía.

Me estaba siguiendo el juego.

-¿En cuánto tiempo llegas Gabriela? –Alice volvió a preguntar a distancia, era obvio que Antonio no le había pasado el teléfono.

-Si me apresuro en unos minutos, pero como vengo admirando el paisaje, quizá en media hora...

-¿Estás loca? Necesitamos que todas se arreglen, tengo todo preparado...

Se calló abruptamente. Entrecerré los ojos pues pasaría algo que me temía.

-Por favor no me digas que me harás dama de honor...

-Así es tía, así que si no quieres hacer enojar a la bella novia, será mejor que te apures –en esta ocasión Nessie me habló desde el teléfono-. No me obligues a mandarte a Alexander a buscarte.

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