"A veces hay que dejar las cosas prohibidas, así como están, prohibidas"
Osmon tomó los papeles e intentó leerlos. Luego me miró y siguió leyendo. Luego tomó mi mano para observar el tatuaje y siguió leyendo.
—Entiendo algunas cosas, pero no todo. Aquí hay idiomas que ni idea de cuales son y otras cosas que no se entienden bien —dijo luego de un largo rato tratando de entender aquello.
—Si tuviera mi celular sería mucho más fácil. Una foto, el traductor y listo —dije recordando que ya no tenía mi preciado aparato.—Fue por tu bien y lo sabes —Me recalcó Osmon antes de volver a intentar leer aquellos dos papeles—. Este está en latín por lo que entiendo algunas cosas, pero no todo. No soy bueno en idiomas y lo sabes, a parte esto esta difícil de leer.
—Yo menos... ¿Y si le preguntamos a uno de los mayores?
—¿Tú quieres que me maten o qué? Si se enteran estaré en un problema enorme. Lo mejor es que lo intentemos descifrar entre nosotros dos y dejar a los demás fuera —Se negó alarmado ante aquella idea.
—Vale vale, solo espero que no sea nada malo porque no creo aguantar otra mala noticia y quitarme esto cuesta demasiado dinero —comenté en un suspiro.
—Sea cual sea el significado vas a estar a salvo, por eso no te preocupes. Ahora si quieres duerme, es tarde, mañana te enseño el barco y seguimos con esto —dijo guardando los papeles dentro de los libros y estos en la maleta que estaba sobre la mesita de la habitación.
No tenía mucho sueño, pero si estaba cansada así que ni repliqué. Me acosté y me quedé mirando hacia arriba pensando en lo que sería mi vida a partir de ahora. Iría a otro país, donde se habla un idioma que apenas conozco. Había varias personas persiguiéndome y otras más dispuestas a dar su vida por mí y no sabía cuál de las dos me aterraba más. No había un solo segundo de mi día que no deseara que todo esto fuera una pesadilla o una broma pesada, pero no, no lo era.
A la mañana siguiente o mejor dicho a la madrugada siguiente Osmon me despertó entregándome una maleta llena de ropa. Para mi suerte era ropa de mujer, era cómoda y me quedaba a la perfección. A sugerencia de mi amigo me puse algo deportivo, luego de una larga ducha de agua caliente, y salimos a dar vueltas por el barco.
—¿Entonces ya habías estado aquí antes? —pregunté al ver que se conocía casi cada rincón del barco.—Si, hemos venido acá un par de veces para ayudar a mantenerlo y para saber cómo funciona en caso de cualquier emergencia —Me contó mientras seguía caminando hasta que por fin se paró en una puerta —. Llegamos, este es el gimnasio, aquí pasaremos la mayoría del tiempo. Te enseñaré a defenderte para si en algún momento necesitas hacerlo y no estoy cerca, nadie te pueda hacer daño. ¿Está claro?
—Si, eso creo —Siempre me llamó la atención todo el rollo ese de hacer ejercicio y las artes marciales, pero la verdad es que no duraba más de una semana en nada de eso, aunque creo que esta vez si no voy a tener remedio.
Entramos y lo que vi era más como un tabloncillo de baile que un gimnasio, cosa que me sorprendió. En una esquina había un banquito para sentarse y en la pared de fondo había un enorme espejo que la cubría toda. Al lado de la puerta había un pequeño closecito cerrado con un candado, cosa que llamó mucho mi atención.
—¿Qué hay ahí dentro? —pregunté señalando para el mueble que se veía ya de varios años más que los que debería tener mi tatarabuela.
—Algo que podrás descubrir cuando venzas varios niveles. Este es uno de los últimos —dijo con una sonrisa divertida mientras lo acariciaba con sutileza, este chico sí que sabía provocar mi curiosidad.
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Sangre Codiciada
FantasyAl principio no entendía que estaba pasando conmigo, con las personas a mi alrededor, hasta que entendí que existían más secretos, engaños y mentiras de las que pudiera imaginar. Mi vida cambió por completo, pero no fue un cambio bueno, al contrari...