Osmond

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"Toda una vida diciéndome que mentir está mal, excepto cuando se trata de ella"


Siempre odié mentirle, esconderle quien era, su naturaleza, nuestra naturaleza, la cual amaba sin saber que era real. Me dolía mentirle cada día en su cara, más cuando me decía que confiaba al cien por ciento en mí porque sabía que no podía mentir. Cada vez que me decía eso me sentía la peor persona del universo, pero tenía que seguir mi papel en esto o jamás se solucionarían las cosas, eso era lo que me repetía día tras día.

—Hermano Osmond, sé que le está dificultando su posición por todo lo que está pasando, pero le repito lo importante que es que sigamos como hasta ahora, cualquier mínimo error puede costarnos la vida a todos —dijo el hermano Noa.

—Ella está asustada, hace muchas preguntas y si se llega a enterar por otra persona jamás me lo va a perdonar. Usted no tiene idea de cómo se pone cuando se enoja. No quiero perderla... —Me preocupaba que las cosas se estaban saliendo de mis manos y para mi perderla jamás sería una opción.

—Osmond, tienes una mis... —No terminó de hablar porque el sonido de una puerta vieja abriéndose con dificultad acabó con el ambiente confidencial que teníamos.

Verla entrar por esa puerta, la puerta que se suponía que nunca iba a ser abierta, llena de sangre, asustada y aterrada; me dolió incluso más que la pelea interna que llevaba teniendo con mi lobo desde el día en que me presenté. Lloré sí, pero no porque me había dicho que Nadeem estaba muerto, sabía que no era verdad, el lazo que compartimos me lo decía, lloré de la importancia que me causaba verla así y no poder decirle la verdad, de no poder calmar su llanto y dolor, solo porque eso arruinaría todo.

Tuve un impulso de mandarlo todo al diablo y decírselo. Sabía cuánto ella amaba a Nadeem, estaba consciente que era incluso mucho más que a Lisa y a mi juntos. Estuve a punto de decírselo, pero el hermano Noa me miró serio, negando, era de esas miradas que te dicen si lo haces, estás muerto.

—Y-yo... no puedo... lo siento... vengo ahora... —Estaba enojado, muy enojado con Noa y conmigo mismo por no ser capaz de evitar aquel dolor a la personita a la que juré proteger de cualquier cosa o persona que le hiciera daño, solo que resultaba que él que le estaba haciendo daño era yo, escondiéndole la verdad.

Salí corriendo como el cobarde que soy hasta estar en mi habitación. Sentía que Nadeem estaba mal, muy mal. Tomé el celular que tenía solo para emergencias y lo llamé. Fueron unas diez llamadas, una tras la otra y todas iban a buzón. Lo mismo pasaba con el celular de mis tíos y de Cristian. El último que me faltaba era Matheo, no me hacía mucha gracia hablar con él, pero necesitaba saber que estaba pasando.

—Ohh, mi monje favorito me llama. ¿A qué se debe semejante placer? —preguntó con diversión.

—¿Qué pasó con Nadeem? ¿Por qué demonios nadie me contesta? —pregunté sin ganas de seguirle su juego.

—Uy que genio. Digamos que la supuesta manada que ustedes tenían se reveló y lo atacaron junto a unos vampiros revoltosos, pero tranquilo él está bien, dentro de lo que se puede. Está en casa de Cristian por eso ninguno de los dos responde. El por qué tus tíos no responden no tengo idea, de hecho, estoy camino a su casa para decirles donde está Nadeem y que está bien —Apreté la mandíbula con fuerza, otra vez la molestia y la impotencia se apoderaban de mí.

—Les dije que ese plan iba a acabar mal —dije entre dientes.

—Yo también, pero tú sabes que esos dos no escuchan a nadie —Era cierto Nadeem y Cristian eran un par de cabezones que solo se escuchaban entre ellos y a nadie más.

Sangre CodiciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora