XXIII

385 114 2
                                    

"Cuando pienso que las cosas no se pueden poner más raras y enredadas viene la vida, el karma o lo que sea y me dice "¿Ah no? Toma."


         Después de aquel encuentro con ese chico subimos al camión con las bolsas de lo que habíamos comprado. Estaba ansiosa porque nos fuéramos, pero no, tenía que venir el conductor y decirnos que nos quedaríamos unas horas porque el camión no quería arrancar y tenía que repararlo.

—¿Se puede saber por qué rayos no me dejaste hablar? Voto de silencio ni voto de silencio —le peleé con tal de distraerme y no pensar que estaríamos más tiempo allí —. Puedo hacer cualquier cosa menos eso.

—Créeme lo sé —Se río, llevándose un pequeño empujoncito mío —. Es que si hablas delante de alguien se darán cuenta de que eres chica y nos meteremos en más problemas y es lo último que queremos.

—Cierto. Jamás en mi vida pensé en "pertenecer" a esto —Nunca, pero nunca en mi vida, se me había pasado por la cabeza que terminaría en un templo o algo parecido.

—No, si ya veo. Saltándose pasos y todo. En tu primer día y ya te sacan a un retiro en otro país. ¿Sabes lo difícil que es que te dejen salir a la esquina? Aquí te lo tienes que ganar todo y tu llegas y ya tienes premio. Suertuda —No pude evitar echarme a reír por su pequeña perreta.

—Si tuviera suerte estaríamos en el lago hablando los seis y riéndonos por la bobería que les cae a Nad y a Cris. Math mirando en secreto a Lis y tú y yo mirando como el mal tercio que somos —Reí con nostalgia recibiendo un abrazo por parte de mi amigo.

—Las cosas pasan por algo. No pienses más en el pasado. Mejor piensa en que tú y yo tendremos una aventura como la que soñábamos cuando éramos niños —A él también se le veía esa sonrisa nostálgica que trataba de ocultar.

         Pasamos las horas tratando de entretenernos entre risas y bromas, pero el chico con que había chocado había pasado varias veces por frente a nosotros. Mirando hacia dentro del camión, poniéndome algo nerviosa e incómoda. Solo que había algo en él que no entendía, unas veces se veía como una persona y otras lucía como otra completamente distinta, dándome muchísimo miedo.

—El chico con el que choqué no deja de pasar por frente de nosotros una y otra vez. Ya me está asustando mucho. ¿Cuánto falta? —pregunté sin quitarle la vista de encima al mencionado, quién hacía lo mismo conmigo o eso era lo que mi mente me decía.

—Si, a mí tampoco me está gustando que esté dando vueltas por el mismo lugar mirando para acá. Es extraño —dijo uno de los más jóvenes, sin esconder que tan preocupado estaba por esta situación —. Sé que debo ser paciente, pero como ella dijo estamos en un pueblo conocido por tener un asesino en serie suelto. ¿Y si es ese tipo? —Pobre, se veía incluso más asustado que yo y eso era mucho decir.

         Su comentario también asustó a otros tres que también tenían su edad. Aquello había creado un murmullo, lleno de miedo y de inseguridades entre ellos. Era normal que estuvieran tan preocupados dadas las circunstancias y todo lo que estaba pasando. Raro era que los otros estuvieran como si nada pasara, incluyendo a Osmon.

—Va a estar todo bien, no se preocupen. Nada va a pasar. El señor seguro está curioso porque no es nada normal ver dos camiones llenos de monjes. Mantengan la calma y recuerden su juramento —susurró Osmon, suave y despacio haciendo que todos se callaran para escucharlo.

         Los chicos asintieron, no muy convencidos, con muchos nervios. Sin dejar de mirar a aquel misterioso ser, comenzaron a disimular un poco más lo incómodos que estaban.

Sangre CodiciadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora