LAS GEMAS DEL INFINITO, entidades sumamente poderosas que rigen un aspecto diferente del universo, piezas tan poderosas por su propia cuenta y tan destructivas una vez juntas.
Únicamente siendo portadas por seres superiores conocidos como los celest...
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Capítulo 42:
¿Dios puede ser cruel?
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Nota antes de leer: los errores gramaticales se arreglaran próximamente Disfruten el capítulo lo mas posible♥
Wakanda
—¡Pero cómo es que te atreviste a hacer eso! —el grito de Krista Mikaelson resonó por toda la habitación y por un gran tramo del pasillo de acceso a las recámaras de visitas.
Fernanda desde afuera de la habitación de la pareja paso su mirada chocolate a Bucky sonriendo forzosamente —Creo que iré a ver si puso la marrana —menciona en español y lo único que pudo comprender el neoyorquino fue el pequeño atisbo de supervivencia.
Antes de que el morocho pudiera articular alguna palabra, la sifón desapareció ante sus ojos, dejándolo en medio del pasillo, respiro hondo armándose de valor para abrir las puertas que lo separaban de sus amigos, justo al abrirla vio un proyectil venir hacia él, sus reflejos reaccionaron haciendo que se agazapara, evitando ser golpeado por el libro que Krista lanzó en dirección a Steven.
Tras varias vociferaciones de lo que Bucky considero maldiciones, vino otra arma homicida, un sencillo tacón verde de aguja voló por los aires directamente hacia la alta figura de Steven.
El ángel suspiro exhausto, moviéndose de su lugar para lograr zafarse de aquella zapatilla, cerro los ojos escuchando el golpe tras su espalda por el impacto contra la pared, espero que aquello acabara, sin embargo, al volver a su posición original el par dio justo en el centro de su frente, para un humano cualquiera el tacón hubiera quedado incrustado ahí mismo haciendo una lobotomía muy medieval y poco higiénica, pero gracias a su piel de acero aquello no sucedió, simplemente reboto como si hubiera sido hecho de goma.
—Amor —susurro el ángel intentando apelar a la furia de la híbrida.
—¡Amor nada maldito estúpido plumero! —le grito lanzando otro par de zapatos que el ahora castaño reconoció como el suyo.
