[12] Primera vez

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[La vida debería venir con un manual para hacer amistades y sobrevivir en el intento]

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17 𝓬𝓲𝓽𝓪𝓼 𝓬𝓸𝓷 𝓮𝓵 𝓮𝓷𝓮𝓶𝓲𝓰𝓸
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—¿Pingüinos?— preguntó Yuzuha arqueando una ceja, la azabache asintió en respuesta y le mostró una foto en su móvil —¿Quiere que consiga una cortina de pingüinos?— repitió incrédula su subordinada y Yasuda volvió a asentir.

—Disculpa pedirte algo fuera de normal— expresó un poco avergonzada —Pero la necesito con urgencia, es de tela plástica más o menos similar a la que te mostré en la foto— explicó Yasuda haciendo hincapié en la fotografía de su móvil, Yuzuha asintió no muy convencida del porqué su jefa tenía la foto de una cortina achicharrada en su galería.

Yasuda había estado saturada de trabajo en la última semana, tuvo que entregar siete trajes, confeccionar tres vestidos, coser y bordar alrededor de una docena de conjuntos. Ser diseñadora y amar la costura era un arma de doble filo, crear prendas era una pasión en ella pero el tener que elaborarlas una a una y repetir el proceso era tedioso; más cuando ella era la única mano de obra en su propia tienda.

Quizá debía contratar a personas que les guste la costura.

Sus actuales empleados sólo eran ayudantes que no podían encender la máquina de coser sin tener miedo a romperla.

Yuzuha se despidió prometiendo traerle su pedido y ella lo agradeció, llevaba sentada en su escritorio dibujando bocetos con distintas medidas desde hacía dos horas. Necesitaba un pequeño descanso, su trasero le pedía a gritos levantarse de la silla y estirarse un poco. Suspirando se quitó los anteojos y masajeó sus sienes, caminó hacia la ventana de su oficina y allí contempló la calle, observó algunos transeúntes yendo de un lado a otro con prisa, algunos en solitario con bolsas de compras y otros en pareja tomados de la mano visitando diferentes tiendas.

Sus mejillas se encendieron al recordar lo ocurrido con Hayashi la semana anterior, ¡Por poco y se besaban! Sino hubiese sido por el ruido del horno, sabrá Dios como hubieran terminado las cosas. Yasuda recordaba muy bien esa noche, ambos cenaron en completo silencio, parecían robots y todas sus acciones se volvieron mecánicas después de ese incidente. Apenas terminó su lasaña, la azabache se dio a la fuga y Pehyan la dejó ir, incluso la acompañó hasta el piso principal, se despidieron como dos niños vergonzosos y no volvieron a verse.

Sin embargo, ahora ya contaba con el número de Hayashi y le explicó que sus citas debían verse aplazadas por el exceso de trabajo al que estaba siendo sometida. Pero eso no es todo, Yasuda se colocó la soga al cuello por su propia cuenta, ya que se refugió en su trabajo como una loca compulsiva a modo de evitar pensar en lo ocurrido con Ryohei. Fue ella quien decidió adelantar las prendas de su nueva colección para mantenerse ocupada y no pensar en ese estúpido delincuente.

Ahora estaba estresada, malhumorada y hambrienta. Trabajar durante toda una semana y dormir apenas 3 horas no debía tomarse mucho a la ligera, miró la hora en su móvil y quiso arrancarse los ojos, apenas eran la 1:10 pm. Su jornada finalizaba a las 6:15 pm, no se sentía en óptimas condiciones para seguir aceptando confecciones de trajes a la medida, además que Naoto le había dicho que tendrían un cliente sorpresa y Yasuda odiaba las sorpresas.

Prefería a la gente directa y franca, sin rodeos.

Gruñendo salió de su oficina, se sentía demasiado irritada consigo misma por el exceso de trabajo al que ella misma decidió someterse. Al llegar a la planta baja no encontró a ninguno de sus empleados, solo una pequeña nota en el mostrador donde reconoció la perfecta caligrafía de Senju.

17 citas con el enemigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora