Memoria de pez

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Cada día de la semana, a excepción de los jueves y domingos, tenía que ayudar en la tienda de mi familia. Por la mañana tomaba mis clases y si tenía tiempo me daba una vuelta por el gimnasio; por la tarde tenía que trabajar, no era de una de mis cosas favoritas por hacer, pero no tenía opción, me veía casi obligada a hacerlo.

A veces todo estaba muy tranquilo, el negocio tenía poco más de un año de haber sido abierto, entonces los clientes apenas comenzaban a llegar. Me sentaba detrás del mostrador entretenida con mi celular esperando a que alguien entrara para comprar.

—Buenas tardes —saludó una chica algo más alta que yo nada más entrar.

Su cabello era castaño claro, apuntando al rubio, y llegaba a la altura de sus hombros, llevaba el flequillo acomodado perfectamente cubriéndole la frente. Su rostro era redondo y sus labios gruesos y rojizos. Era linda en general, de hecho era el tipo de chica que no se puede evitar pensar en lo linda que es.

—Hola, buenas tardes —respondí amablemente.

Suerte que el cubrebocas tapaba la tímida sonrisa y posiblemente el rubor en mis mejillas. Realmente odiaba sentir tanta vergüenza hablando con personas bonitas.

—¿Tienes leche? —preguntó la rubia.

—Sí, en el refrigerador del fondo —le señalé el lugar.

—Vale, gracias —ella caminó hasta allá.

No mucho tiempo después, la chica de cabello claro regresó con un galón de leche y un paquete de galletas; me encargué de registrarlo en el monitor para poder cobrarle.

—¿Sería todo? —la chica asintió —. Serían dos dólares.

Buscó en el bolsillo de su chamarra y sacó su billetera, me extendió un billete de cinco dólares y le regresé su cambio.

—Gracias —dijo la rubia antes de salir.

—A ti, vuelve pronto.

Justo después de la chica entró Rosé, ella solía pasar de visita por la tienda en los días que tenía libres de su academia de música.

—¿Esa era Lisa? —preguntó Rosie mirando a la mujer que acababa de marcharse —. Creí que ya no regresaría.

—¿Qué Lisa? —cuestioné desconociendo de quién estaba hablando.

—Lalisa Manoban, estaba en la misma secundaria que nosotras —intentó hacerme recordar —. Sus padres la metieron en un internado católico.

Actué como si tratara de hacer memoria. Le hice saber a Rosé que solo tenía imágenes algo borrosas.

—Dios, tienes memoria de pez —Rosé dijo mirando mi cara de concentración intentado traer mis recuerdos del pasado.

—Lisa... —repetí el nombre —. ¿La niña que siempre tenía el cabello corto y las gafas enormes?

—¡Esa misma! —exclamó Rosé —. Se ve diferente, ha cambiado mucho.

—Y que lo digas —ni siquiera la había reconocido.

No se parecía casi en nada a la Lisa de hace tres años, por lo menos no a la que yo decía recordar pobremente.

—¿Por qué la llevaron a un colegio religioso? —pregunté retomando lo que había dicho Rosé.

—Dicen que la encontraron besando a otra chica —dijo Rosie "discretamente". La verdad es que su tono de voz era tan alto que cualquiera podría escucharla a varias cuadras a la redonda.

Mis ojos se ampliaron al escuchar la nueva información de dudosa procedencia, era un dato que fingía desconocer.

La siguiente semana, como era de esperarse, Lisa se incorporó a las clases. Al ser de la misma edad se había integrado en mi grupo.

A Little More Jenlisa - One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora