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Desperté boca arriba en la tierra dura y fría.

Mi primera sensación fuede dolor.

Sentía que me latía la cabeza, un dolor punzante, como si me hubieran partido el cráneo.

Levanté una mano y me toqué la parte de atrás de la cabeza con sumo cuidado.

—No sangra —dijo una voz—, pero mañana le saldrá una buena contusión. Y tendrá un dolor de cabeza espantoso, claro.

Levanté la mirada y vi a Paul Rose por primera vez. Estaba de pie junto a mí y sostenía un bate de béisbol. Era más o menos de mi edad, pero más alto, y por tanto también más ancho de espaldas.

Tenía un rostro infantil y una mata de pelo castaño, del mismo color que el de Hange.Apestaba a whisky.

Intenté incorporarme, pero no acabé de conseguirlo.

—Será mejor que no se mueva. Espere un momento hasta que se haya recuperado.

—Creo que tengo una conmoción.

—Es posible.

—¿Por qué carajos ha hecho eso?

—¿Qué esperaba, amigo? Pensaba que era un ladrón.

—Bueno, pues no lo soy.

—Eso lo sé ahora. Le he revisado la cartera. Es psicoterapeuta.

Se llevó la mano al bolsillo trasero y sacó mi cartera. Me la lanzó. Aterrizó en mi pecho y la recogí.

—He visto su identificación. Trabaja en ese hospital... ¿The Grove?

Asentí con la cabeza, y el movimiento me causó más latidos de dolor.

—Sí.

—Entonces sabe quién soy.

—¿El primo de Hange?

—Paul Rose —me tendió la mano—. Venga. Le ayudaré a levantarse.

Tiró de mí y me puso de pie con una facilidad asombrosa.

Era fuerte.Yo apenas me sostenía.

—Podría haberme matado —mascullé.

Paul se encogió de hombros.

—Y usted podría haber ido armado. Ha entrado sin permiso en una propiedad privada. ¿Qué esperaba? ¿Por qué ha venido?

—He venido a verle —hice una mueca de dolor—. Ojalá no lo hubiera hecho.

—Entre. Siéntese un rato.

La cabeza me dolía demasiado para hacer nada que no fuese seguirle.

Sentía latigazos de dolor a cada paso. Entramos por la puerta de atrás. El interior de la casa estaba tan destartalado como el exterior.

Las paredes de la cocina tenían un estampado geométrico de color naranja que parecía llevar cuarenta años, anticuado. El papel pintado se despegaba por algunos sitios; se rizaba y se retorcía, a veces ennegrecido como si se le hubiera prendido fuego.

Insectos momificados colgaban suspendidos de telarañas en las esquinas del techo. La capa de polvo del suelo era tan gruesa que parecía una alfombra sucia.

El olor de fondo a orines de gato me revolvió el estómago. Conté por lo menos cinco gatos en la cocina, durmiendo en sillas y demás superficies. En el suelo había bolsas de plástico abiertas que rebosaban de latas apestosas de comida para gatos.

—Siéntese. Haré un poco de té.

Paul dejó el bate apoyado contra la pared, junto a la puerta. Yo no le quitaba el ojo de encima. No me sentía seguro con ese hombre cerca.

Me ofreció una taza agrietada llena de té.

—Bébase esto.

—¿Tiene analgésicos?

—Hay aspirinas por alguna parte, iré a ver. Tenga... —me enseñó una botella de whisky—. Esto le ayudará.

Sirvió un poco de whisky en mi taza. Di un sorbo. Estaba caliente,dulce y fuerte. Hubo una pausa mientras Paul se bebía su té, mirándome...

Me recordó a Hange y esa mirada suya tan penetrante.

—¿Cómo está? —preguntó entonces, y siguió hablando antes de que yo pudiera contestar—. No he ido a verla. No es fácil escaparse... Mi madre no está bien, no me gusta dejarla sola.

—Comprendo. ¿Cuándo fue la última vez que vio a Hange?

—Uy, hace años. Ha pasado mucho tiempo. Habíamos perdido el contacto.

Estuve en su boda y la vi un par de veces después, pero... Moblit era bastante posesivo, creo. El caso es que ella dejó de llamarme, después de que se casaran. Dejó de venir. A mi madre le dolió bastante, para ser sincero.

No dije nada. Apenas podía pensar con ese dolor palpitante de la cabeza. Sentía que Paul me observaba.

—¿Y por qué quería verme?

—Solo para hacerle algunas preguntas... Quería preguntarle por Hange. Por... su infancia.

Paul asintió y se sirvió whisky en su taza. Ya parecía más relajado; el alcohol también me estaba haciendo efecto a mí, entumecía un poco el dolor, así que empezaba a pensar con más claridad.

«Concéntrate —me dije—. Consigue información y luego te largas de aquí.»

—¿Crecieron juntos?

Paul asintió.

—Mi madre y yo vinimos a vivir aquí cuando murió mi padre. Yo tenía unos ocho o nueve años. Iba a ser algo temporal, creo, pero entonces la madre de Hange murió en el accidente..., así que mi madre se quedó,para cuidar de ella y del tío Vernon.

—Vernon Rose. ¿El padre de Hange?

—Exacto.

—¿Y Vernon murió aquí hace unos años?

—Sí. Hace bastantes años —arrugó la frente—. Se suicidó. Se colgó. Arriba, en el desván. Yo encontré el cadáver.

—Debió de ser horrible.

—Sí, fue duro... Sobre todo para Hange. Ahora que lo pienso, esa fue la última vez que la vi. En el funeral del tío Vernon. Estaba muy mal —Paul se levantó—. ¿Quiere otro trago?

Intenté rechazarlo, pero él siguió hablando mientras servía más whisky.

—Yo nunca lo creí, ¿sabe? Que matara a Moblit. Para mí no tiene ningún sentido.

—¿Por qué no?

—Bueno, es que ella no era así para nada. No era una persona violenta.

«Ahora sí lo es», pensé yo. Pero no dije nada.

Paul daba sorbos a su whisky.

—¿Sigue sin hablar?

—Sí, sigue sin hablar.

—No tiene ningún sentido. Nada de todo eso. Verá, yo creo que la...

Nos interrumpieron unos golpes sordos, alguien que golpeaba en el suelo del piso de arriba. Se oyó una voz amortiguada, una voz de mujer;las palabras resultaban ininteligibles.

Paul se puso en pie de un salto.

—Un segundo —salió corriendo al pie de la escalera, donde levantó la voz—. ¿Va todo bien, mamá?

Desde arriba llegó una respuesta mascullada que no pude entender.

—¿Qué? Ah, muy bien. Espera... Espera un momento —parecía intranquilo. Paul me miró desde el pasillo arrugando la frente. Me señaló con la cabeza—. Quiere que suba usted.

-Levihan- L.P.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora