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Christian estaba sentado a su escritorio, comiendo sushi con palillos.

Levantó la mirada y arrugó la frente.

—¿Es que no sabes tocar?

—Tenemos que hablar.

—Ahora no, estoy comiendo.

—No te entretendré mucho. Solo una pregunta rápida: ¿habías tratado antes a Hange Berner?

Christian tragó un bocado de arroz y me miró con el rostro inexpresivo.

—¿Qué quieres decir? Ya sabes que sí. Estoy al mando de su equipo médico.

—No me refiero aquí... Me refiero a antes de que la internaran en The Grove.

Observé a Christian con detenimiento. Su expresión me reveló todo lo que necesitaba saber. Se ruborizó, bajó los palillos.

—¿De qué estás hablando?

Me saqué el diario del bolsillo y lo levanté.

—Puede que esto te interese. Es el diario de Hange  Lo escribió durante los meses anteriores al asesinato.

Christian puso cara de sorpresa, algo alarmado.

—¿De dónde mierdas lo sacaste?

—Me lo ha dado ella. Lo leí.

—¿Y qué tiene que ver conmigo?

—Te menciona en él.

—¿A mí?

—Parece que la atendiste en tu consulta privada antes de que ingresara en The Grove. Nadie me lo había dicho.

—No..., no lo entiendo. Debe de haber algún error.

—Yo creo que no. La viste como paciente particular durante varios años. Y aun así no te presentaste a testificar en el juicio..., a pesar de la importancia de tu valoración. Tampoco admitiste que ya conocías a Hange cuando empezaste a trabajar aquí. Seguro que ella te reconoció de inmediato; es una suerte para ti que no hable.

Lo dije con un tono seco, pero estaba más que furioso. De pronto comprendía por qué Christian era tan reacio a que yo intentara hacer hablar a Hange. Le interesaba que siguiera callada.

—Eres un hijo de puta egoísta, Christian, ¿lo sabes?

Christian me miraba cada vez con más consternación.

—Mierda —dijo a media voz—. Mierda. Levi, escucha..., no es lo que parece.

—¿No lo es?

—¿Qué más dice en ese diario?

—¿Qué más podría decir?

Christian no respondió a la pregunta. Extendió la mano.

—¿Puedo echarle un vistazo?

—Lo siento —negué con la cabeza—. No creo que sea pertinente.

Christian jugueteaba con los palillos entre los dedos mientras hablaba.

—No debería haberlo hecho, pero fue algo del todo inocente. Tienes que creerme.

—Me temo que no. Si tan inocente hubiese sido, ¿por qué no dijiste nada después del asesinato?

—Porque en realidad yo no era el médico de Hange. Bueno, oficialmente no. Solo lo hacía como un favor a Moblit. Éramos amigos. Fuimos juntos a la universidad. Estuve en su boda. Hacía años que no lo veía... Y de pronto me llamó buscando a un psiquiatra para su mujer. Se había quedado muy mal después de la muerte de su padre.

—¿Y te ofreciste voluntario para prestarle tus servicios?

—No, qué va. Fue más bien al contrario. Quise darle el contacto de un colega, pero él insistió en que la viera yo. Moblit decía que Hange se resistía mucho a la idea de ver a un médico, y el hecho de que yo fuera amigo suyo hacía más probable que cooperase. A mí no me hacía gracia, como es evidente.

—Seguro que no.

Christian me lanzó una mirada ofendida.

—Tampoco hace falta ponerse sarcástico.

—¿Dónde la tratabas?

Dudó un instante.

—En casa de mi novia. Pero, como ya te he dicho —añadió enseguida—, no era oficial; en realidad yo no era su médico. Apenas la veía. Solo de vez en cuando, nada más.

—Y en esas escasas ocasiones, ¿le cobrabas algo?

Christian parpadeó y evitó mi mirada.

—Bueno, Moblit insistía en pagar, así que no tenía elección...

—En efectivo, supongo.

—Levi...

—¿Fue en efectivo?

—Sí, pero...

—¿Y lo declaraste?

Christian se mordió el labio y no contestó. De manera que la respuesta era no. Y por eso no había dicho nada durante el juicio de Hange. Me pregunté a cuántos pacientes más veía «extraoficialmente» sin declarar los ingresos.

—Mira, si Smith se entera..., podría perder el trabajo. Lo sabes, ¿verdad? —su voz tenía un dejo de súplica que apelaba a mi compasión. Pero yo no sentía ninguna compasión por Christian. Solo desprecio.

—El profesor es lo de menos. ¿Y el Colegio Médico? Perderás la licencia.

—Solo si dices algo. No tienes por qué contárselo a nadie. A estas alturas ya es agua pasada, ¿no? Vamos, estamos hablando de mi carrera, carajo.

—Eso tendrías que haberlo pensado antes, ¿no crees?

—Levi, por favor...

Christian debió de odiar tener que arrastrarse así, pero a mí ver cómo se retorcía no me causaba ninguna satisfacción, solo irritación. No tenía ninguna intención de denunciarlo ante Smith..., por lo menos aún no.

Me sería mucho más útil si lo dejaba en la cuerda floja.

—Está bien —dije—. Nadie más tiene por qué saberlo. De momento.

—Gracias. Lo digo en serio. Te debo una.

—Sí, me la debes.

—Adelante. ¿Qué más quieres?

—Quiero que hablemos. Quiero que me hables de Hange.

—¿Qué quieres saber?

—Todo

-Levihan- L.P.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora