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Diario de Hange Berner.

23 de febrero

Levi acaba de irse.

Estoy sola.

Escribo esto todo lo más deprisa que puedo.

No tengo mucho tiempo.

Debo conseguir escribirlo mientras todavía me quedan fuerzas.

Al principio pensaba que estaba loca.

Era más fácil pensar que estaba loca que creer que era verdad.

Pero no estoy loca.

No lo estoy.

La primera vez que nos vimos en la sala de terapia no estaba segura; había algo en él que me resultó familiar pero diferente.

Reconocí sus ojos.

No solo el color, también la forma.

Y el mismo olor a tabaco y loción para después del afeitado ahumada.

Y su manera de formar las palabras, y el ritmo de su discurso. Pero no el tono de su voz; eso parecía un poco distinto.

Así que no estaba segura, pero la siguiente vez que nos vimos se delató.

Dijo las mismas palabras, exactamente la misma frase que había usado en mi casa y que se me grabó en la memoria: «Quiero ayudarte,quiero ayudarte a ver con claridad».

En cuanto oí eso, algo encajó en mi cerebro y el rompecabezas se completó: vi la imagen entera.

Era él.

Y algo en mi interior tomó las riendas, una especie de instinto animal salvaje.

Quería matarlo, matar o morir: me abalancé sobre él e intente estrangularlo, arrancarle los ojos, partirle el cráneo en pedazos contra el suelo.

Pero no lo conseguí, y me inmovilizaron y me drogaron, me encerraron.

Después de eso perdí el valor.

Empecé a dudar otra vez de mí misma; quizá me había equivocado, tal vez me lo estaba imaginando, puede que no fuera él.

¿Cómo iba a ser Levi?

¿Qué motivo podía tener para entrar aquí ahostigarme de esa forma?

Y entonces lo entendí.

Toda esa mierda de que quería ayudarme... Eso era lo más enfermizo de todo.

Lo disfrutaba, lo disfrutaba mucho.

Por eso estaba aquí: había vuelto para regodearse.«Quiero ayudarte. Quiero ayudarte a ver con claridad.»

Bueno, pues por fin lo veía. Lo veía con claridad.

Quería que supiera que lo sabía, así que mentí sobre cómo murió Moblit.

Mientras hablaba,vi que él se daba cuenta de que le mentía.

Nos miramos y él lo supo; lo había reconocido.

En sus ojos apareció entonces algo que nunca le había visto antes.

Miedo.

Tenía miedo de mí, de lo que pudiera decir.

Le asustaba el sonido de mi voz.

Por eso ha regresado hace unos minutos.

Esta vez no ha dicho nada.No ha habido más palabras.

-Levihan- L.P.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora