16

137 35 1
                                    

Al salir del trabajo seguí a Kathy al parque otra vez.

Cómo no, su amante la esperaba en el mismo sitio donde se encontraron la última vez. Se besaron y se metieron mano como dos adolescentes.

Kathy miró hacia mí un segundo y pensé que me había visto, pero no. Solo tenía ojos para él.

Esta vez intenté fijarme más en ese hombre, pero no pude verle bien la cara. Aun así, su constitución me resultaba un poco familiar. Me daba la sensación de haberlo visto antes en alguna parte.

Caminaron hacia Camden y desaparecieron en un pub, The Rose and Crown, un lugar de mala muerte.

Esperé en la cafetería de enfrente.

Más o menos una hora después, salieron.

Kathy no le quitaba las manos de encima, no dejaba de besarle. Se estuvieron besando un rato junto a la calle.

Yo los miraba y se me revolvía el estómago; ardía de odio. Al final se despidió de él y cada uno se fue por su lado.

Ella comenzó a caminar.

El hombre se volvió y se alejó en sentido contrario.

No seguí a Kathy.

Lo seguí a él.

Se detuvo a esperar en una parada de autobús. Yo me puse detrás. Le miré la espalda, los hombros; me imaginé abalanzándome sobre él..., empujándolo bajo el autobús cuando llegara. Pero no lo hice.

Subió al autobús, y yo también.

Supuse que iría directo a su casa, pero no fue así. Cambió de autobús un par de veces.

Yo lo seguía a cierta distancia.

Primero fue al East End, donde desapareció en un almacén durante media hora. Luego otro trayecto,en otro autobús. Hizo un par de llamadas telefónicas, hablaba en voz baja y se reía entre dientes a menudo.

Me pregunté si estaría hablando con Kathy. Cada vez me sentía más frustrado y desanimado. Pero era testarudo y me negaba a rendirme.Por fin se fue a su casa.

Bajó del autobús y dobló por una calle tranquila y arbolada. Seguía hablando por teléfono.

Yo iba detrás, a cierta distancia. La calle estaba desierta. Si se hubiera dado la vuelta, me habría visto. Pero no lo hizo.

Pasé por delante de una casa con un jardín de rocas y plantas crasas.

Actué sin pensarlo, mi cuerpo parecía moverse solo. Lancé el brazo por encima del muro bajo de ese jardín y tomé una roca. Sentí su peso entre los dedos.

Mis manos sabían qué hacer; habían decidido matarlo, partirle el cráneo a ese cerdo asqueroso. Me dejé llevar como en un trance inconsciente, arrastrándome tras él, ganando terreno sin hacer ruido,acercándome más.

Pronto estuve lo bastante cerca.

Levanté la piedra dispuesto a estampársela con todas mis fuerzas.

Lo tiraría al suelo y le reventaría los sesos.

Estaba tan cerca... Si él no hubiese estado hablando aún por teléfono, me habría oído.

Ya: levanté la piedra y...

Justo detrás de mí, a mi izquierda, la puerta de una casa se abrió.

El repentino murmullo de una conversación, varios «gracias» y «adiós»dichos en voz alta mientras unas personas salían de allí.

Me quedé paralizado.

Justo delante de mí, el amante de Kathy se detuvo y miró en dirección al ruido, hacia la casa. Me aparté y me escondí detrás de un árbol.

No me vio.

Continuó caminando otra vez, pero ya no lo seguí.

La interrupción me había sobresaltado y me había despertado del trance.

La piedra cayó de mi mano y se estrelló en el suelo. Lo observé desde detrás del árbol.

Se acercó paseando hasta la puerta de una casa, la abrió y entró.

Unos segundos después, una luz se encendió en la cocina. Lo vi dentro, de pie, algo apartado de la ventana, de perfil.

Desde la calle solo se veía la mitad de la habitación. El hombre estaba hablando con alguien a quien no podía ver.

Mientras hablaban, él abrió una botella de vino.

Se sentaron y cenaron juntos.

Entonces pude atisbar a su compañera.

Era una mujer.

¿Sería su esposa?

No podía verla con claridad. La rodeó con un brazo y le dio un beso. O sea que yo no era el único traicionado.

Ese hombre había vuelto a su casa después de besar a mi mujer y, como si no hubiera pasado nada,cenaba con esa otra que había cocinado para él.

Sabía que no podía dejarlo ahí, tenía que hacer algo. Pero ¿qué?

A pesar de mis mejores fantasías homicidas, yo no era un asesino.

No podía matarlo.

Tendría que pensar en algo más inteligente.

-Levihan- L.P.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora